jueves, 5 de enero de 2012

- AYUDAME CORRIGEME! - ES OBLIGACION CORREGIR -

Ojos que no ven corazón que no siente. La falta de corrección fraterna es falta de caridad.
corazon2
Génesis 4
9     Yahveh dijo a Caín: «¿Dónde está tu hermano Abel? Contestó: «No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?» 10  Replicó Yahveh: «¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo.  11     Pues bien: maldito seas, lejos de este suelo que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano...

Llama al cielo cuando no nos preocupamos que nuestro hermano peque, pero
clama al Cielo cuando ese pecado es mortal.

¿No nos importa que nuestro hermano se condene al infierno eterno y que Jesús tenga que pagar atemporalmente por ese pecado con su propia Sangre en la Cruz?

Todos tenemos la obligación de corregir fraternalmente por amor a Cristo y al prójimo, porque cada pecado le lastima atemporalmente en la Cruz.

La obligación de corregir es leve si el pecado es leve, y grave, si el pecado es grave.
Quien no corrige un pecado venial comete un pecado venial pero
quien no corrige un pecado mortal comete un pecado mortal… y como Caín, deja morir a su hermano.

La falta de corrección fraterna es faltar a un mandato Divino. Quien no corrige muestra egoísmo, pereza, falta de sinceridad y honestidad. La Biblia advierte muchas veces sobre el pecado de hacer acepción de personas: no corregir a alguien por interés.

Grave cuando los mismos familiares no se aman y corrigen a quien peca mortalmente…
  • faltar a la Misa Dominical sin causa grave (3er Mandamiento, Catecismo pto. 2181)
  • no llevar a Misa dominical a niños en uso de razón,
  • demorar en bautizar a los niños apenas nacen,
  • actividad sexual fuera del sacramento del matrimonio,
  • actividad sexual no abierta a la vida (planificación familiar natural sin causa grave, métodos anticonceptivos, homosexualidad),
  • abortar (todos los métodos anticonceptivos son abortivos según el propio prospecto),
  • promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial, métodos anticonceptivos),
  • borrachera,
  • drogas,
  • comer a reventar,
  • envidia,
  • calumnia,
  • odio o deseo de venganza,
  • ver pornografía,
  • robo importante,
  • chiste o burla de lo sagrado, etc.

Romanos 1
32           los cuales, aunque conocedores del veredicto de Dios que declara dignos de muerte a los que tales cosas practican, no solamente las practican, sino que aprueban a los que las cometen.

Lectura del profeta Ezequiel 3, 16b-21
El Señor me habló y me dijo a mí, Ezequiel:
"Hijo de hombre, yo te he puesto como centinela del pueblo de Israel. Cuando escuches una palabra de mi boca, se la anunciarás de mi parte.
Si yo le digo al malvado que es reo de muerte, y tú no se lo adviertes para que cambie su mala conducta y conserve la vida, entonces el malvado morirá por su culpa, pero yo te pediré cuentas de su vida. Pero si tú se lo adviertes y no se arrepiente de su maldad y de su mala conducta, entonces él morirá por su culpa y tú salvarás tu vida.
Y si el justo se aparta de su vida justa y comete maldades, yo le pondré un tropiezo y morirá. Porque no se lo advertiste va a morir por su pecado y no se tendrán en cuenta las buenas obras que hizo, pero a ti te pediré cuentas de su vida. Y, por el contrario, si tú le adviertes al justo para que no peque y él no peca, ciertamente conservará su vida, porque se lo advertiste, y tú también salvarás tu vida".
Palabra de Dios.

La caridad empieza por casa. La obligación de corrección es mayor cuanto más cercana es la persona a nuestro corazón, a nuestra intimidad y/o a nuestro vivir diario:
Gálatas 6
10  Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe.

La prueba de un verdadero amor y de una verdadera amistad es la corrección. Si no nos corrigen, significa que no nos aman de veras, o no saben amar. ¿Nos gustaría que nos juzguen como falsos o malos amigos porque no corregimos?

También faltamos al precepto de corrección fraterna cuando no nos ocupamos de hacer algo contra el mal a nivel social: obscenidad, pornografía, prostitución, anticonceptivos, aborto, “educación” sexual (léase perversión), gay-monio, adopción homosexual, corrupción, prebendas, cultura de no trabajar, estafa, ventajismo, robo, etc. Lo menos que podemos hacer es rezar (Misas, Rosarios), y no crean que es poco, logra muchísimo más que el activismo sin fe: el ciento por uno.

Agreguemos al examen de conciencia de cada día, el propósito de corregir al prójimo en lo que encontremos.


¿Cómo se debe corregir?

1. Con Caridad

Filipenses 2
1              Así, pues, os conjuro en virtud de toda exhortación en Cristo, de toda persuasión de amor, de toda comunión en el Espíritu, de toda entrañable compasión,
2              que colméis mi alegría, siendo todos del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espíritu, unos mismos sentimientos.
3              Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo,
4              buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás.
5              Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo:

Debemos corregir como si corrigiéramos a la persona que más queremos. Con la misma amabilidad con que nos dirigiéramos a la mismísima Virgen o a Jesús. ¡Tomar nota padres como corrigen a sus hijos!

San Francisco de Sales decía que “una gota de miel atrae más moscas que un barril de hiel”.

La caridad implica:
  • humildad
  • oportunidad adecuada (a solas, calmados y si es en un momento agradable mejor)
  • con dulzura, delicadeza, tacto, el modo que no ofende
  • prudencia (el "consejo de administración de la caridad")
  • frenar la lengua, la palabra justa
  • honestidad


2. Con oración y mortificación.

El pecado enceguece el corazón, lo vuelve frío y duro, incapaz de acoger la Verdad, por más evidente que sea. Los fariseos no reconocieron al Mesías por más que Jesús hizo resucitar a Lázaro delante de sus ojos y por más que sabían que sólo Dios (y no Satanás) tiene el poder de dar vida.

Una corrección será poco productiva y fecunda si la persona no está abierta a Cristo, la Verdad. Para descongelar el corazón del hermano, Dios nos da dos herramientas poderosísimas:
a)      la oración, siendo la Misa la oración perfecta porque unimos la nuestra a la de Cristo realmente presente
b)      la mortificación o sacrificios (comer menos rico y más de lo que no nos gusta, aguantar a alguien que no soportamos con paciencia y sonrisa, ser puntuales, etc.) ofrecidos a Dios, sumándolos a su Cruz, en reparación por nuestros pecados, siendo la Misa el sacrificio perfecto donde participamos supratemporalmente, estando realmente presentes, en el momento de la crucifixión durante la consagración.

En definitiva, la Misa es la oración y sacrificio perfectos para ofrecer por alguien a quien realmente corregimos por amor. Si no vamos a misa diariamente pudiéndolo hacer, es que aún no hemos descubierto el misterio, aún no encontramos la Verdad, aún no la amamos lo suficiente y sin embargo, la Verdad, Cristo, está realmente allí, esperándonos, dando hasta la última gota de sangre por nuestros pecados de cada día… y lo dejamos plantado en el altar, partiéndole el corazón, como una novia desamorada al novio en su boda, en las bodas del Cordero.


3. Con humildad

La caridad implica humildad: saber que uno pecaría aún peor que el hermano a corregir si no fuese por la misericordia de Dios. Sin Su gracia, seríamos peor que el peor de los criminales.

Justamente una buena forma humilde de empezar a corregir es pedir que el otro nos corrija primero los defectos que ve en nosotros, agradeciendo de corazón cada corrección, como un paciente al médico que le diagnostica lo que le hace doler. Y lo más difícil para la soberbia: ¡pedir perdón de corazón! Doliéndonos el dolor causado por nuestro pecado, tanto a Cristo como al hermano.

Escribe Salvador Canals:
La humildad nos abre el corazón a la verdad y la paz, y así será más fácil enderezar, con la ayuda de Dios, nuestros senderos.
Al deber de hablar corresponde, naturalmente, la obligación de escuchar. Quien no escucha se priva voluntariamente de esta ayuda, deja caducar un derecho suyo determinado: es decir, el derecho, fundado sobre la caridad, de ser advertido, de ser corregido, de ser, en definitiva, eficazmente ayudado. ¡Qué triste es no escuchar, y ser conocidos de todos como personas a las cuales nada se puede decir, como cristianos –de nombre, tan sólo– que rechazan con soberbia toda ayuda de los demás! El amor propio nos separa, nos distancia de los demás; nos establece en la soledad. Nos reduce a aquella trágica condición, tan tristemente deplorada por las Escrituras: Vae soli, qui cum ceiderit non habet sublevantem se; ¡infeliz del que está solo, porque cuando caiga no encontrará quien lo levante!

Quien disfruta de corregir al otro, seguramente está corrigiendo por soberbia, venganza y sin amor. La soberbia de haber encontrado un defecto en el otro y creerse superior por eso: “cuanto más se hunde el otro, más parece que subo yo pisoteándolo.” Para estas personas la forma de ascender es hundiendo al hermano al pararse sobre sus hombros.

Quien ama a Dios, le duelen los pecados ajenos como propios, los “sufre en carne propia”, los “siente con el Corazón de Cristo”, porque sabe que cada pecado debe pagarse con dolor, con el de Cristo y María crucificados por cada uno de ellos, con el de las almas corredentoras que ofrecen mortificaciones sumándolas a la Cruz.

Colosenses 1
24  Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia,

Mateo 11
38           El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí.

Mateo 16
24           Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.

En cambio, quien disfruta del escándalo ajeno, es cómplice del mismo y tal vez peca aún más: tal vez el otro peca por ignorancia pero tú quien conoces la Palabra de Dios, serás juzgado más duramente por no salvar al hermano de su ignorancia.

Esa es la típica actitud de los criticones, calumniadores y difamadores: nada hacen por corregir fraternalmente, pero gozan difundiendo el pecado de los demás (contar pecados es un pecado, no sólo porque no hay que hablar mal de otros, sino porque genera una sensación de impunidad porque todos lo hacen).

Es la típica actitud de los cismáticos que critican a la Iglesia y nada hacen por mejorar el supuesto problema: en un extremo, algunos lefebvristas, “tradicionalistas”, sedevacantistas y en el otro, los de la mal llamada “teología” de la liberación y afines. Su soberbia llega al grado de ponerse por encima de la Cátedra de Pedro (el Papa), la roca sólida e inexpugnable a quien Jesús prometió que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.

Si en cambio notas que te cuesta corregir, que temes que tu hermano se aleje de ti por tu corrección, que haces un esfuerzo por amor a Dios, estás en buen camino.


4. Sin juzgar

Este punto depende de la humildad pero es tan importante que merece un capítulo aparte.

No debes juzgar a los demás. Se debe corregir una situación de pecado objetiva pero el interior sólo lo conoce la persona y Dios. Quien juzga el interior, la “mala” intención del otro, en vez de corregir, se está condenando a sí mismo. El mero hecho de juzgar es un pecado de soberbia atroz.

Por eso dice Jesús:
Mateo 7
1              «No juzguéis, para que no seáis juzgados.
2              Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá.
3              ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo?
4              ¿O cómo vas a decir a tu hermano: “Deja que te saque la brizna del ojo”, teniendo la viga en el tuyo?
5              Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano.

Lo que está queriendo decir es que no debemos prejuzgar una mala intención en el hermano. ¡Lejos está Jesús de decir que no debemos corregirlo!

Romanos 2, 1-11:
No tienes disculpa tú, quienquiera que seas, que te constituyes en juez de los demás, pues al condenarlos, te condenas a ti mismo, ya que tú haces las mismas cosas que condenas; y ya sabemos que Dios condena justamente a los que hacen tales cosas. Tú, que condenas a los que hacen las mismas cosas que haces tú, ¿piensas que vas a escapar del juicio de Dios? ¿Por qué desprecias la bondad inagotable de Dios, su paciencia y su comprensión, y no te das cuenta de que esa misma bondad es la que te impulsa al arrepentimiento?



5. Con la Palabra de Dios.

Dice la Biblia que la Palabra de Dios es una espada de doble filo que penetra hasta la médula del corazón más duro. ¡Usémosla! Pero para eso hay que conocerla!

Todo buen cristiano debiera leer o escuchar al menos 5 minutos la Palabra de Dios CADA DIA. Para comprender es importante comenzar por el nuevo testamento y usar la Biblia de la Universidad de Navarra, la única que trae los comentarios de encíclicas, santos y patrística que permiten interpretarla correctamente y sin dudas.

Mal juez sería quien no conociera la ley. ¿Acaso pretendemos ayudar a nuestro hermano sin conocer la Ley, la Palabra de Dios? Quien ama de veras busca corregir en la Verdad. Para conocer la Verdad, busca la Palabra de la Verdad, de Jesús.

Esto no significa que si no somos teólogos no podemos corregir: todos recibimos un conocimiento del bien y del mal inscripto en nuestras conciencias antes de nacer. Todos podemos corregir en función del Amor, en el Bien y la Verdad. Sin embargo, como el pecado oscurece la conciencia, es bueno afinarla con la Palabra de Dios.

Apocalipsis del apóstol san Juan 3, 1-6.14-22
Conozco tus obras y, aunque tienes nombre de vivo, estás muerto. Permanece, pues alerta y revive lo que está a punto de morir, porque he comprobado que tus obras no son perfectas ante Dios. Recuerda cómo escuchaste y recibiste la palabra; consérvala y cambia de conducta. Porque si no estás alerta, vendré como ladrón, sin que puedas saber a qué hora caeré sobre ti.

Gálatas 6
7    No os engañéis; de Dios nadie se burla. Pues lo que uno siembre, eso cosechará:
8    el que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción; el que siembre en el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna.
9    No nos cansemos de obrar el bien; que a su tiempo nos vendrá la cosecha si no desfallecemos.


6. Con ayuda de otros

Mateo 18
13           Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las 99 no descarriadas.
14           De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños.
15           «Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano.
16           Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos.
17           Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano.

Queda claro que en la medida que fallan las distintas instancias se va agregando presión social. Si no comienzo por corregir a solas, no estoy actuando con caridad y corro el riesgo de murmurar/calumniar.

Cuidado con los murmuradores: al prestar oído nos convertimos en cómplice de su pecado. Hay que cortarlos en seco diciendo que si va a hablar mal de alguien no nos interesa. Es un pecado muy difícil de corregir y que causa mucho daño y división, a tal punto que San Juan Bosco expulsaba del seminario a los murmuradores empedernidos, a pesar de lo mucho que se necesitaban las vocaciones.


7. Tolerancia cero

La tolerancia es una virtud. La intolerancia es un defecto. ¿Porqué tolerancia cero?
Hay que tolerar al pecador. Perdonar “setenta veces siete”, es decir infinitas veces mientras el otro pida perdón. Sin embargo, hay una falsa tolerancia: tolerar el pecado.

Tolerancia al pecador pero intolerancia al pecado. Ama al pecador y odia al pecado. Justamente, por no odiar al pecado, odiamos al pecador también: quién dejara que una víbora pique a un niño, ¿no sería acusado justamente de no amar al niño? ¡Cualquier pecado es más grave que la picadura de una serpiente!

Escribe Salvador Canals:
Por desgracia, es grande el número de los que, por no desagradar o por no impresionar a alguien que está viviendo sus últimos días y los últimos momentos de su existencia terrena, le callan su estado real, haciéndole así un mal de incalculables dimensiones. Pero todavía es más elevado el número de los que ven a sus amigos en el error o en el pecado, o a punto de caer en uno o en otro, y permanecen mudos, y no mueven un dedo para evitarles estos males. ¿Concederíamos a quienes de tal modo se portasen con nosotros, el título de amigos? Ciertamente, no. Y, sin embargo, suelen hacerlo para no desagradarnos. "Por no desagradar" se pueden ocasionar así a los amigos –a nuestro próimo– auténticos males; podemos hacernos responsables de graves culpas, a las cuales convendría en muchas ocasiones el nombre de complicidad.¡No se trata de un problema personal!


8. Con el perdón

Mateo 6
12  y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
13  y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
14  «Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
15  pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.

Mateo 5
20           «Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.
21           «Habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal.
22           Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano “imbécil”, será reo ante el Sanedrín; y el que le llame “renegado”, será reo de la gehenna de fuego.
23           Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti,
24           deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda.
25           Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel.

Si el pecado es venial la cárcel es el purgatorio, pero si el pecado es mortal es el infierno. La incapacidad de perdonar puede ser pecado mortal si está basada en el odio y el deseo de venganza.

Mateo 18
21           Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?»
22           Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.»
23           «Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos.
24           Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos.
25           Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase.
26           Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: “Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré.”
27           Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda.
28           Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: “Paga lo que debes.”
29           Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: “Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré.”
30           Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía.
31           Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido.
32           Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: “Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste.
33           ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?”
34           Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía.
35           Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano.»


9. Con el Sacramento de la Confesión

¿De qué sirve hacer ver una enfermedad si no se ofrece el remedio? La corrección muestra donde está la llaga pero para que sea bien hecha, se debe explicar que el remedio al pecado es la confesión sacramental (con un Sacerdote). Sólo la confesión nos da la certeza de que Dios nos ha perdonado porque el Sacerdote actúa como un instrumento de su Misericordia prestando sus manos consagradas, que son las del mismísimo Jesús.

Se debe aprovechar para explicar que la confesión hecha de corazón (sin ocultar o minimizar pecados, con dolor de los pecados por haber traspasado a Cristo una vez más en la Cruz, propósito de enmienda y de evitar ocasión de pecado) nos da gracia/fuerza para luchar contra los pecados que precisamente confesamos.

¿Cuántas almas se han condenado al infierno eterno porque sus familiares no le corrigieron a tiempo? Sólo lo sabremos al morir pero tenemos la certeza absoluta de que tendremos que rendir cuenta de cada una de ellas ante Jesús crucificado.

La noción de riesgo de muerte y de infierno eterno puede ayudar a muchos a no postergar más la confesión.

Asegurémonos de acercar a la Confesión a quienes  se estén por exponer a un riesgo mortal por más pequeño que parezca (por ejemplo, viaje en automóvil, ómnibus, avión).

Y por qué no a la unción de los enfermos a:
  • los que estén por someterse a una operación con anestesia local (un coágulo puede causar la muerte) o general (tiene riesgo de muerte)
  • las que estén por parir (riesgo de parto)

¡La Confesión es el sacramento de la alegría!

Lucas 15
4              «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las 99 en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra?
5              Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros;
6              y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: “Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido.”
7              Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por 99 justos que no tengan necesidad de conversión.
8              «O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra?
9              Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice: “Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido.”
10           Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.»

No debemos desaprovechar la ocasión de corrección para recordar que, confesión mediante, la comunión es la mejor forma de reparar la desunión que causa todo pecado: nos hacemos uno con Dios, con Jesús realmente presente en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Un encuentro aún más íntimo que cuando Jesús estaba en medio de los apóstoles, hace casi 2000 años.

La confesión y comunión frecuentes son las mejores formas de celebrar una buena corrección fraterna.


Predicador del Papa: Al corregir, la primera regla es el amor
Comentario del padre Cantalamessa a la liturgia del próximo domingo
ROMA, viernes, 5 septiembre 2008 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa, OFM Cap. --predicador de la Casa Pontificia-- a la Liturgia de la Palabra del próximo domingo.
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XXIII Domingo del Tiempo Ordinario
Ezequiel 33, 7-9; Romanos 13, 8-10; Mateo 18, 15-20

Si tu hermano llega a pecar...
En el Evangelio de este domingo leemos: "En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: 'Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado un hermano' ". Jesús habla de toda culpa; no restringe el campo sólo a la que se comete contra nosotros. En este último caso de hecho es prácticamente imposible distinguir si lo que nos mueve es el celo por la verdad o nuestro amor propio herido. En cualquier caso, sería más una autodefensa que una corrección fraterna. Cuando la falta es contra nosotros, el primer deber no es la corrección, sino el perdón.

¿Por qué dice Jesús: "repréndele a solas"? Ante todo por respeto al buen nombre del hermano, a su dignidad. Lo peor sería pretender corregir a un hombre en presencia de su esposa, o a una mujer en presencia de su marido; a un padre delante de sus hijos, a un maestro en presencia de sus alumnos, a un superior ante sus subordinados. Esto es, en presencia de las personas cuyo respeto y estima a uno le importa más. El asunto se convierte inmediatamente en un proceso público. Será muy difícil que la persona acepte de buen grado la corrección. Le va en ello su dignidad.
Dice "a solas tú con él" también para dar a la persona la posibilidad de defenderse y explicar su propia acción con toda libertad. Muchas veces, en efecto, aquello que a un observador externo le parece una culpa, en la intención de quien la ha cometido no lo es. Una explicación sincera disipa muchos malentendidos. Pero esto deja de ser posible cuando el tema se pone en conocimiento de muchos.

Cuando por cualquier motivo no es posible corregir fraternamente, a solas, a la persona que ha errado, hay algo que absolutamente se debe evitar: la divulgación, sin necesidad, de la culpa del hermano, hablar mal de él o incluso calumniarle, dando por probado aquello que no lo es o exagerando la culpa. "No habléis mal unos de otros", dice la Escritura (St 4,11). El cotilleo no es menos malo o reprobable sólo porque ahora se le llame "gossip".

Una vez una mujer fue a confesarse con San Felipe Neri acusándose de haber hablado mal de algunas personas. El santo la absolvió, pero le puso una extraña penitencia. Le dijo que fuera a casa, tomara una gallina y volviera donde él desplumándola poco a poco a lo largo del camino. Cuando estuvo de nuevo ante él, le dijo: "Ahora vuelve a casa y recoge una por una las plumas que has dejado caer cuando venías hacia aquí". La mujer le mostró la imposibilidad: el viento las había dispersado. Ahí es donde quería llegar San Felipe. "Ya ves -le dijo- que es imposible recoger las plumas una vez que se las ha llevado el viento, igual que es imposible retirar murmuraciones y calumnias una vez que han salido de la boca".

Volviendo al tema de la corrección, hay que decir que no siempre depende de nosotros el buen resultado al hacer una corrección (a pesar de nuestras mejores disposiciones, el otro puede que no la acepte, que se obstine); sin embargo, depende siempre y exclusivamente de nosotros el buen resultado... al recibir una corrección. De hecho la persona que "ha cometido la culpa" bien podría ser yo y el que corrige ser el otro: el marido, la mujer, el amigo, el hermano de comunidad o el padre superior.

En resumen, no existe sólo la corrección activa, sino también la pasiva; no sólo el deber de corregir, sino también el deber de dejarse corregir. Más aún: aquí es donde se ve si uno ha madurado lo bastante como para corregir a los demás. Quien quiera corregir a otro debe estar dispuesto también a dejarse corregir. Cuando veáis a alguien que recibe una observación y le oigáis responder con sencillez: "Tienes razón, ¡gracias por habérmelo dicho!", quitaos el sombrero: estáis ante un auténtico hombre o ante una auténtica mujer.
La enseñanza de Cristo sobre la corrección fraterna debería leerse siempre junto a lo que dijo en otra ocasión: "¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: 'Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo', no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo?" (Lc 6, 41 s.).

Lo que Jesús nos ha enseñado sobre la corrección puede ser también muy útil en cuanto a la educación de los hijos. La corrección es uno de los deberes fundamentales del progenitor: "¿Qué hijo hay a quien su padre no corrige?"(Hb 12,7); y también: "Endereza la planta mientras está tierna, si no quieres que crezca irremediablemente torcida". La renuncia total a toda forma de corrección es uno de los peores servicios que se puede hacer a los hijos, y sin embargo hoy lamentablemente es frecuentísimo.

Sólo hay que evitar que la corrección misma se transforme en un acto de acusación o en una crítica. Al corregir más bien hay que circunscribir la reprobación al error cometido, no generalizarla rechazando en bloque a toda la persona y su conducta. Más aún: aprovechar la corrección para poner en primer plano todo el bien que se reconoce en el chaval y lo mucho que se espera de él, de manera que la corrección se presente más como un aliento que como una descalificación. Este era el método que usaba san Juan Bosco con sus chicos.

No es fácil, en casos individuales, comprender si es mejor corregir o dejar pasar, hablar o callar. Por eso es importante tener en cuenta la regla de oro, válida para todos los casos, que el Apóstol da en la segunda lectura: "Con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor... El amor no hace mal al prójimo". Agustín sintetizó todo esto en la máxima "Ama y haz lo que quieras". Hay que asegurarse ante todo de que haya en el corazón una disposición fundamental de acogida hacia la persona. Después, lo que se decida hacer, sea corregir o callar, estará bien, porque el amor "jamás hace daño a nadie".

[Traducción del original italiano por Marta Lago]

Para profundizar y conocer mas sobre este tema te recomiendo leer el libro:

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FUENTE:  WWW.EVANGELIZA.COM
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miércoles, 4 de enero de 2012

El arte de perdonar. El proceso del perdón.

El arte de perdonar
Décimo envío
P. Juan Manuel Martín-Moreno

Capítulo 10
El proceso del perdón

Citábamos al prior de Taizé cuando nos invitaba a <<aventurarnos>> por el camino de la reconciliación y el perdón. El perdón es una aventura y un largo camino que se debe recorrer. Tanto más cuanto más viejas y ancladas están las ofensas en el pasado. Contra lo que suele pensarse, el tiempo no necesariamente es un factor que ayuda a perdonar. Son las heridas viejas, las que ya se han ulcerado, las que resultan más difíciles de curar.
Para todos cuantos quieren aventurarse por este camino del perdón trazaré aquí un sencillo mapa de ruta en el que muestro las etapas principales del viaje.
Primera etapa
El primer paso que debe darse parece obvio. Se trata simplemente de reconocer que nos han ofendido, que estamos heridos por el comportamiento de la otra persona. En muchas ocasiones reprimimos la conciencia de la ofensa, quizá porque no somos capaces de enfrentarnos con ella y no nos queremos reconocer a nosotros mismos que estamos heridos.
El motivo de no reconocerlo es que tenemos miedo a que sufra nuestra imagen. A mí me gustaría ser una persona serena, fuerte, templada, ecuánime, y no como esos otros seres que conozco, suspicaces, resentidos, débiles, vulnerables. Reconocer que me han herido es simultáneamente reconocer mi vulnerabilidad. Admitir que me han lastimado es al mismo tiempo admitir que no he sabido impedir la ofensa, que quizás mis expectativas hacia la otra persona fueron ingenuas, que me dejé engañar, que fui cobarde para reaccionar a tiempo. <<Hay quienes son incapaces de perdonar a otros porque no se deciden a perdonarse a sí mismos el haber permitido que otros les causasen daño… El suceso ofensivo es un daño narcisista del que lo sufrió. La imperfección del yo ya quedado al descubierto no sólo ante los demás, sino ante el mismo ofendido>>1.
Por eso me resulta más cómodo no reconocer que me han ofendido y reprimo la conciencia de la ofensa. Quizá puedo tener miedo de que al explicitar mis reproches no resulten demasiado convincentes y prefiero dejar las cosas como están. Perduran sentimientos negativos contra la persona del ofensor, pero no quiero formular explícitamente mis reproches, ni quiero relacionar mis indudables sentimientos negativos con la ofensa que el otro me causó.
Por eso hay que empezar reconociendo que, con razón o sin ella, estás herido. Reconoce que has sido vulnerable. Explicita tus reproches contra la otra persona. Formúlalos en voz alta y a ser posible por escrito. Trata de objetivar, trata de verbalizar ese torrente turbio de tu propia subjetividad. Enumera cuáles han sido tus expectativas frustradas, las confianzas traicionadas, las generosidades mal correspondidas.
Para limpiar la herida, a veces hay que hurgar en ella. <<Paso importante en el proceso del perdón es recordar con cierto detalle la experiencia del daño sufrido y la respuesta dada en su momento, a fin de desvelar las razones del impacto emocional causado por aquella experiencia>>2.
Conviene relacionar esta ofensa concreta con otras sufridas en épocas más tempranas de nuestra infancia. Descubre las conexiones entre esa herida y otros viejos resentimientos más profundos que la nueva ofensa ha venido a reabrir. En realidad <<ha llovido sobre mojado>>, <<te hurgaron en una fibra ya muy resentida>>. Si no fuera por aquellas viejas heridas, quizás esta última no te habría causado tanto dolor. No le eches la culpa de todo a tu último ofensor, aunque sea el que tienes más vivo en tu recuerdo. Piensa que la culpa del dolor que has sentido la debes repartir con otros quizás ya demasiado alejados en tu memoria. Piensa que el dolor sufrido no sólo es proporcional a la magnitud del golpe, sino a la sensibilidad de la piel que lo recibió.
Segunda etapa
Ya has reconocido tu herida. Has calculado sus proporciones, has medido el peso de tus sentimientos negativos. Hay que dar ahora el segundo paso, que consiste en querer perdonar.
No nos situamos ya en la zona de los sentimientos, sino en la zona de nuestra voluntad. Hoy por hoy te sientes impotente para cambiar tus sentimientos negativos hacia la persona que te ofendió. Constatas tu imposibilidad para borrar de la memoria el recuerdo hostil; descorazonado por este fracaso, desistes en emprender la ruta hacia el perdón completo. Sé paciente. Avanza poco a poco.
El rencor es una vivencia total que afecta al hombre entero, que colorea su imaginación, su memoria, su afectividad, su sistema nervioso y hasta el funcionamiento de sus glándulas hormonales y las secreciones de su aparato digestivo.
El odio se lleva a veces escrito en el mismo rictus y en las arrugas de la cara; aumenta la acidez de las secreciones de nuestro estómago, enlutece las vivencias de nuestra afectividad. Es como una pequeña célula cancerosa que empieza a crecer rápidamente y va afectando a todo el organismo y el psiquismo. Ni una sola de nuestras vivencias, ni una sola de las células de nuestro cuerpo quedan libres de las toxinas con que este rencor va envenenando poco a poco la vida del hombre.
Pero frente a esta vivencia global del rencor podemos distinguir esferas de nuestro ser para irlas rescatando progresivamente del alcance mortal de estos sentimientos.
El primer núcleo que puede ser liberado es el de nuestra voluntad. El perdón afecta ante todo a la voluntad del hombre, que es su último reducto de libertad. El perdón no tiene que ver esencialmente ni con la memoria, ni con la sensibilidad, ni con los nervios, ni con los sentimientos. Es un asunto de libertad. Por eso, ¿quieres perdonar? Ya has perdonado.
En el momento en que una persona, libre y conscientemente, volcando en ello todo el peso de su voluntad, dice firmemente en su corazón: <<Padre, yo perdono al que me ha ofendido, lo mismo que tú me perdonas a mí todo lo que yo te he ofendido>>, en ese mismo momento se acaba de realizar el milagro. Ya has perdonado; aun cuando permanezca el sentimiento de rechazo, aun cuando perdure viva la memoria de la ofensa. Ya hay en tu voluntad un pequeño reducto reconquistado para el perdón. Una cabeza de puente desde la cual pueda el perdón ir invadiendo progresivamente todas las áreas de tu ser. Ese sentimiento de rencor que perdura en tu afectividad ha dejado ya de ser un pecado para convertirse en un sufrimiento que te configura a la pasión de Cristo. Ya puede comenzar en ti la curación progresiva. ¡Qué pequeño, qué débil se ve este pequeño reducto de libertad! Pero es un punto firme que ya está liberado para el evangelio. Has quitado el bloqueo que impedía que todo el poder de Dios se vuelque sobre ti para la curación total.
Tercera etapa
Ya has hecho lo que estaba de tu parte. El resto le corresponde hacerlo a Dios y a su poder de curación. <<De todas vuestras basuras os purificaré, y os daré un corazón nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne>> (Ez 36,26-26). Él nos purificará de nuestras basuras, que son nuestros sentimientos negativos, la insensibilidad y dureza del corazón, y va remodelando nuestra afectividad. Dios mete de nuevo sus manos en nuestro barro para remodelar un corazón tierno y humano, en el cual infunde su soplo, para darnos vida. <<Oh Dios, crea en mí un corazón puro>> (Sal 51,12). Todo es gracia en esta tarea de filigrana del Señor. A nosotros sólo se nos pide la voluntad de perdonar.
A veces llegan los accidentados a urgencias: una masa sanguinolenta, huesos quebrados, arterias seccionadas. ¡Qué arte el del cirujano que durante largas horas en su operación va ligando, injertando, limpiando trozos de vidrio y barro incrustados, a veces reimplantando un miembro o remodelándolo por completo! Al cabo de unos meses quita escayolas, vendajes, puntos, y vemos el resultado maravilloso de su cirugía. ¡Cuántas veces me encuentro en mi despacho hombres y mujeres psíquicamente destruidos, llenos de traumas y complejos! En ellos ha muerto la ternura, la capacidad de confianza en los demás, la luminosidad del niño, la alegría espontánea de vivir. El rencor se ha ido instalando en ellos y les ha convertido en seres huidizos, desconfiados y agresivos.
El origen de todo este proceso avanzado puede haber sido una traición, un abuso de confianza; alguien que se aprovechó de su fuerza física o moral, que humilló y manipuló. Luego, esta herida se ha ido infectando y gangrenando con los años.
Hay que hacer comprender a la persona que necesita curarse, que el rencor es la peor enfermedad, que se ha convertido en un verdugo de sí mismo.
Decía Lacordaire: <<¿Quieres ser feliz un instante? Véngate. ¿Quieres ser feliz toda la vida? Perdona>>. Los libros sapienciales han observado con un fino sentido psicológico la profunda interacción de alma y cuerpo, la dimensión que hoy día llamamos psicosomática. <<Signo de un corazón dichoso es un rostro alegre>> (Eclo 13,25).
A partir de los cuarenta años cada uno empieza a ser responsable de su rostro. En la juventud el rostro es feo o bonito, pero no tenemos ninguna parte en ellos. Pero a partir de una cierta edad uno lleva escrito en su rostro la propia historia; en él podemos leer serenidad, alegría, paz, fortaleza, o, por el contrario, podemos leer angustia, rebeldía, miedos, posesividad, desencanto. Porque <<el corazón del hombre modela su rostro para el bien como para el mal>> (Eclo 13,25).
Todos los sentimientos negativos tienen efectos destructivos sobre el organismo, y ninguno los tiene tan destructivos como el odio. Los médicos nos dicen que muchas de las enfermedades que ellos llaman psicosomáticas tienen su origen en nuestros sentimientos negativos: las tensiones nerviosas, la ansiedad, la cólera aumentan el riego sanguíneo de las paredes del estómago y dan lugar a úlceras. Los sentimientos negativos provocan subidas de la tensión arterial, taquicardias, crisis cardíacas, asmas crónicas, artrosis…
¡Cuántos de los dolores de cabeza tienen su origen en el rechazo o no aceptación de los demás o de nosotros mismos! San Juan Crisóstomo nos dice: <<Quien te ha hecho tanto daño con sus ofensas como el que te haces a ti mismo cuando admites dentro de ti la ira? A nosotros mismos nos hacemos daño cuando odiamos y a nosotros mismos nos hacemos un favor cuando amamos>>3.
Para borrar todos nuestros pecados Dios nos ha dado un camino breve y fácil, libre de toda molestia. Porque ¿qué molestia hay en perdonar al que nos injuria? La molestia está más bien en no perdonar, en permanecer en la enemistad. Al contrario; si deponemos la ira, nos viene una gran tranquilidad>>4. <<Los pecadores son enemigos de sí mismos>> (Tob 12,10).
Escribe Larrañaga: <<La ira, en definitiva, sólo nos perjudica a nosotros mismos. ¿Quién sufre más, el que odia o el que es odiado; el que envidia o el que es envidiado? Como un bumerán, lo que siento contra el hermano me destruye a mí mismo. ¡Cuánta energía inútilmente derramada!>>5. La otra persona ya ha muerto, o vive muy lejos. Ni siquiera sabe lo que siento por ella, o si lo sabe, no le preocupa lo más mínimo. Es sólo a mí a quien afecta el rencor.
La gran promesa mesiánica es que el Señor se apiadará de los corazones rotos. <<Un corazón quebrantado tú no lo desprecias>> (Sal 51,19). <<El Señor está cerca de los que tienen roto el corazón>> (Sal 34,19). <<Él sana los corazones destrozados y venda sus heridas>> (Sal 147,6). <<El Señor me ha ungido… para sanar a los de corazón roto>> (Is 61,1).
Más adelante hablaremos de este ministerio de sanación interior que se realiza dentro de la Iglesia. Para el hermano Roger, el signo de que hemos encontrado al resucitado es precisamente la capacidad de transformar todos nuestros sentimientos negativos en energía creadora, la transfiguración de nuestras heridas. <<Semejante transfiguración es el comienzo de la resurrección sobre la tierra. Una transformación que se produce dentro, es vivir la pascua con Jesús, es un continuo pasar de la muerte a la vida>>6.
Una planta que no se orienta hacia la luz se marchita. Un cristiano que se niega a mirar la luz e incluso quiere ver únicamente las sombras, se orienta hacia una muerte lenta; no puede crecer y edificarse en Cristo>>. <<Poco a poco Cristo transforma y transfigura en nosotros todas las fuerzas rebeldes y contradictorias, todos esos estados de semiinconsciencia que están ahí, en el fondo de nosotros mismos y sobre los cuales la voluntad no ejerce, a veces, ningún dominio. Nuestras profundidades turbias, inhabitadas, incrédulas, llegan entonces a transfigurarse>>. <<Gemir sobre la herida nos convertiría en un tormento, una fuerza agresiva contra nosotros mismos y contra los demás, en particular los más cercanos a nosotros. Transfiguradas por Cristo, la herida se convierte en una fuente de energía, un manantial creador del que brotará una fuerza de comunión, de amistad, de comprensión>>.
Cuarta etapa
La capacidad de perdonar y olvidar es un don de Dios que no podemos guardar escondido en el corazón. Hay que manifestarlo para que acabe de expandirse y arraigarse en el corazón. Debes ir a tu <<enemigo>> y comunicarle esta buena noticia, deseando que él también participe de tu alegría.
Cómo hacerlo será siempre algo difícil de discernir, especialmente en los casos en que el ofensor no esté arrepentido de la ofensa que nos ha hecho, o incluso ni siquiera esté dispuesto a admitir que su comportamiento haya sido injusto. En algunos casos podremos temer que, si acudimos a él para perdonarle, nos rechazará, dando lugar a que nuestra herida recién cerrada vuelva a reabrirse.
Ninguno de estos obstáculos debería frenarnos a la hora de expresar nuestro perdón. Si tenemos mucho miedo al encuentro cara a cara, podemos manifestar nuestro perdón por carta, procurando redactarla sin que haya en ella sombra alguna de reproche. De ningún modo podemos aprovechar nuestro perdón para reprochar, humillar o quedar por encima de nuestro ofensor.
Solamente en el caso de que uno temiere que, al expresar su perdón hacia otra persona, pueda causarle daño, dada su mala disposición, podría encontrar un motivo para no hacerlo. En este caso, y sólo en este caso, bastaría con expresar nuestro perdón de un modo implícito, sin expresarlo verbalmente. Bastaría un saludo, especialmente cariñoso, una felicitación por el cumpleaños, un favor, un gesto de amistad que demuestre implícitamente que no guardamos ningún rencor.

Catholic.net - La historia de Pepe

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HIMNO Y ORACION

HIMNO y ORACION de la oración de la mañana de hoy en la Liturgia de las Horas:

HIMNO:
Entonad los aires
con voz celestial:
"Dios niño ha nacido
pobre en un portal".

Anunciale el angel
la nueva al pastor,
que niño ha nacido
nuestro Salvador.

Adoran pastores
en sombras al Sol,
que niño ha nacido,
de una Virgen, Dios.

Haciéndose hombre,
al hombre salvo.
Un niño ha nacido,
ha nacido Dios. Amén.

ORACIÓN:
Dios todopoderoso, que tu Salvador, luz de redención que surge en el cielo, amanezca también en nuestros corazones y los renueve siempre. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amen!

La oración de la mañana completa tenemos aquí:
http://www.buigle.com/detalle_modulo.php?sec=3&i=1

INTERSECION PERSONAL

Para todo el que necesite INTERSECIóN PERSONAL, es decir, que oren personalmente e individualmente por él con cualesquiera situaciones que este atravesando, nos sentimos llamados a anunciarles que anoche tuvimos el regalo de ser testigos de la presencia Viva del Señor en esta intercesión en el grupo de oración carismática Sagrada Familia en Granadilla, en el que el Señor ha derramado este carisma desde hace muchos años, por lo que se ha formado un grupo o ministerio de intercesión, y lo ponen en practica todos los primeros martes de mes, abiertos a hacer este servicio a cualquier persona que acuda con la necesidad de que oren por ella, partiendo también de la base de que todos necesitamos de la oración; y no solo los primeros martes de mes sino que también cada vez que alguien se los pida, el ministerio de Interseción se reunirá a parte con esa persona y oraran por ella. Decir también que el Martes que viene se seguirá con la Interseción Personal pues anoche no dio tiempo a orar por todos. El testimonio anoche se reflejaba en las caras de las personas después de que oraran por ellas, impresionantes las emociones que transmitían, en las Palabras de Dios que salían en cada Interseción, que parecían telegramas que el mismo Dios mandaba directamente a las personas por las que estaban orando, en cada canto durante la interseción, y en un bendito etc, porque no nos alcanzan las palabras para transmitir todo lo que el Señor nos da, Bendito Dios!! El horario del Martes que viene y de todos los primeros Martes de mes es el siguiente: A las 6 y media de la tarde se celebra la Eucaristía, concelebrada por el padre Jose Ventura, en la Iglesia de San Antonio de Padua en Granadilla, luego comienza la Alabanza y a continuación la Interseción. Gloria al Señor, que El siga construyendo su Iglesia Universal de su Amor Infinito, derramando su Amor a todo su pueblo, El que nos puede Amar y nos Ama porque Vive hoy en medio de nosotros y con cada uno, desde el mas pequeño al mas mayor, con todos sin excepción, y su Amor es incalculable, es increíble y sin embargo es lo mas Real y Verdadero que podemos tener en nuestros corazones. Dele las Gracias a El cada dia, hermano! Aleluya!!!

martes, 3 de enero de 2012

CARTA A DIOGNETO


DISCURSO A DIOGNETO

Se trata de un breve tratado apologético dirigido a un tal Diogneto que, al parecer, había preguntado acerca de algunas cosas que le llamaban la atención sobre las creencias y modo de vida de los cristianos: "Cuál es ese Dios en el que tanto confían; cuál es esa religión que les lleva a todos ellos a desdeñar al mundo y a despreciar la muerte, sin que admitan, por una parte, los dioses de los griegos, ni guarden, por otra, las supersticiones de los judíos; cuál es ese amor que se tienen unos a otros, y por qué esta nueva raza o modo de vida apareció ahora y no antes» (Cap. 1).
El desconocido autor de este tratado, compuesto seguramente a finales del siglo II, va respondiendo a estas cuestiones en un tono más de exhortación espiritual y de instrucción que de polémica o argumentación. Literariamente es, sin duda, la obra más bella y mejor compuesta de la literatura apologética: sus formulaciones acerca de la postura de los cristianos en el mundo o del sentido de la salvación ofrecida por Cristo son de una justeza y una penetración admirables.
* * * * *
Esta antigua obra es una exposición apologética de la vida de los primeros cristianos, dirigida a cierto Diogneto—nombre puramente honorífico, según la opinión más difundida—y redactada en Atenas, en el siglo II. Investigaciones recientes invitan a identificarla con la Apología de Cuadrato al emperador Adriano, que durante siglos se creyó perdida. Desgraciadamente, el único manuscrito que se conservaba de este antiguo texto fue destruido en el siglo pasado, durante la guerra franco-prusiana, en el incendio de la biblioteca de Estrasburgo. Todas las ediciones y traducciones se basan en ese único manuscrito, ya desaparecido.
La parte central de esta apología expone un aspecto fundamental de la vida de los primeros cristianos: el deber de santificarse en medio del mundo, iluminando todas las cosas con la luz de Cristo. Un mensaje siempre actual, que el Señor ha recordado a los hombres en estos tiempos últimos con las enseñanzas del Concilio Vaticano II.
* * * * *
Una de las Apologías más breves y mejor escritas que nos han llegado, el Discurso a Diogneto.
El autor dirige su obra a Diogneto, que puede ser un nombre propio pero también un título dado al emperador («conocido de Zeus»), para responder a su interés por conocer la doctrina y la vida de los cristianos. Comienza refutando la idolatría: las imágenes a las que se adora no son dioses, sino objetos hechos por los hombres y que no pueden valerse por sí mismos; también los judíos están equivocados, pues aunque adoran al Dios verdadero, lo hacen con ritos innecesarios y ridículos, a los que conceden gran importancia. Los cristianos en cambio, que viven en este mismo mundo sin huir de él, que usan el mismo vestido y la misma lengua y viven en las mismas ciudades, están en el mundo como si no fueran de él; son como el alma del mundo, aborrecidos por éste y sin embargo dándole vida. Sus convicciones son tan firmes que no vacilan en dar la vida para no abandonarlas; pues no se han inventado su doctrina, sino que la han recibido de Dios, que se ha manifestado últimamente, enviando a su Hijo amado para que nos revelara lo que desde un principio tenía preparado para nosotros; además, el Hijo de Dios nos ha librado de nuestra culpa sufriendo por nuestros pecados. Exhorta después a Diogneto a conocer a Dios Padre y a amarle a Él y al prójimo para que, viviendo en la tierra, pueda contemplar al Dios del cielo.
MOLINÉ


TEXTOS
Una vez que te hayas purificado de todos los prejuicios que dominan tu mente y te hayas liberado de tus hábitos mentales que te engañan, haciéndote como un hombre radicalmente nuevo puedes comenzar a ser oyente de ésta que tú mismo confiesas ser una doctrina nueva. Mira, no sólo con tus ojos, sino también con tu inteligencia cuál es la realidad y aun la apariencia de ésos que vosotros creéis y decís ser dioses. Uno es una piedra como las que pisamos; otro es un pedazo de bronce, no mejor que el que se emplea en los cacharros de nuestro uso ordinario; otro es de madera, que a lo mejor está ya podrida; otro es de plata, y necesita de un guardia para que no lo roben; otro es de hierro y el orín lo corrompe; otro es de arcilla, en nada mejor que la que se emplea para los utensilios más viles. ¿No están todos ellos hechos de materia corruptible?... ¿No fue el escultor el que los hizo, o el herrero, o el platero o el alfarero?... No son todos ellos cosas sordas, ciegas, inanimadas, insensibles, inmóviles? ¿No se pudren todas? ¿No se destruyen todas? Esto es lo que vosotros llamáis dioses, y a ellos os esclavizáis, a ellos adoráis, para acabar siendo como ellos. ¿Por eso aborrecéis a los cristianos, porque no creen que eso sean dioses?... 1
¿Por qué los cristianos no practican la misma religión que los judíos? Los judíos, en cuanto se abstienen de la idolatría y adoran a un solo Dios de todas las cosas al que tienen por Dueño soberano, piensan rectamente. Pero se equivocan al querer tributarle un culto semejante al culto idolátrico del qué hemos hablado. Porque los griegos muestran ser insensatos al presentar sus ofrendas a objetos insensibles y sordos; pero éstos hacen lo mismo, como si Dios tuviera necesidad de ellas, lo cual más parece propio de locura que de verdadero culto religioso. Porque el que hizo «el cielo y la tierra y todo lo que en ellos se contiene» (Sal 145, 6) y que nos dispensa todo lo que nosotros necesitamos, no tiene necesidad absolutamente de nada, y es él quien proporciona las cosas a los que se imaginan dárselas... No es necesario que yo te haya de informar acerca de sus escrúpulos con respecto a los alimentos, su superstición en lo referente al sábado, su gloriarse en la circuncisión y su simulación en materia de ayunos y novilunios: todo eso son cosas ridículas e indignas de consideración. ¿Cómo no hemos de tener por impío el que de las cosas que Dios ha creado para los hombres se tomen algunas como bien creadas, mientras que se rechazan otras como inútiles y superfluas? ¿Cómo no es cosa irreligiosa calumniar a Dios, atribuyéndole que él nos prohibe que hagamos cosa buena alguna en sábado? ¿No es digno de irrisión el gloriarse en la mutilación de la carne como signo de elección, como si con esto ya hubieran de ser particularmente amados de Dios?... Con esto pienso que habrás visto suficientemente cuánta razón tienen los cristianos para apartarse de la general inanidad y error y de las muchas observaciones y el orgullo de los judíos 2.
En cuanto al misterio de la religión propia de los cristianos, no esperes que lo podrás comprender de hombre alguno. Los cristianos no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra, ni por su lengua, ni por sus costumbres. En efecto, en lugar alguno establecen ciudades exclusivas suyas, ni usan lengua alguna extraña, ni viven un género de vida singular. La doctrina que les es propia no ha sido hallada gracias a la inteligencia y especulación de hombres curiosos, ni hacen profesión, como algunos hacen, de seguir una determinada opinión humana, sino que habitando en las ciudades griegas o bárbaras, según a cada uno le cupo en suerte, y siguiendo los usos de cada región en lo que se refiere al vestido y a la comida y a las demás cosas de la vida, se muestran viviendo un tenor de vida admirable y, por confesión de todos, extraordinario. Habitan en sus propias patrias, pero como extranjeros; participan en todo como los ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña les es patria, y toda patria les es extraña.
Se casan como todos y engendran hijos, pero no abandonan a los nacidos. Ponen mesa común, pero no lecho. Viven en la carne, pero no viven según la carne. Están sobre la tierra, pero su ciudadania es la del cielo. Se someten a las leyes establecidas, pero con su propia vida superan las leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se los desconoce, y con todo se los condena. Son llevados a la muerte, y con ello reciben la vida. Son pobres, y enriquecen a muchos (/2Co/06/10). Les falta todo, pero les sobra todo. Son deshonrados, pero se glorían en la misma deshonra. Son calumniados, y en ello son justificados. «Se los insulta, y ellos bendicen» (1 Cor 4, 22). Se los injuria, y ellos dan honor. Hacen el bien, y son castigados como malvados. Ante la pena de muerte, se alegran como si se les diera la vida. Los judíos les declaran guerra como a extranjeros y los griegos les persiguen, pero los mismos que les odian no pueden decir los motivos de su odio.
Para decirlo con brevedad, lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo. El alma está esparcida por todos los miembros del cuerpo, y los cristianos lo están por todas las ciudades del mundo. El alma habita ciertamente en el cuerpo, pero no es es del cuerpo, y los cristianos habitan también en el mundo, pero no son del mundo. El alma invisible está en la prisión del cuerpo visible, y los cristianos son conocidos como hombres que viven en el mundo, pero su religión permanece invisible. La carne aborrece y hace la guerra al alma, aun cuando ningún mal ha recibido de ella, sólo porque le impide entregarse a los placeres; y el mundo aborrece a los cristianos sin haber recibido mal alguno de ellos, sólo porque renuncian a los placeres. El alma ama a la carne y a los miembros que la odian, y los cristianos aman también a los que les odian. El alma está aprisionada en el cuerpo, pero es la que mantiene la cohesión del cuerpo; y los cristianos están detenidos en el mundo como en un prisión, pero son los que mantienen la cohesión del mundo. El alma inmortal habita en una tienda mortal, y los cristianos tienen su alojamiento en lo corruptible mientras esperan la inmortalidad en los cielos. El alma se mejora con los malos tratos en comidas y bebidas, y los cristianos, castigados de muerte todos los días, no hacen sino aumentar: tal es la responsabilidad que Dios les ha señalado, de la que no sería licito para ellos desertar.
Porque, lo que ellos tienen por tradición no es invención humana: si se tratara de una teoría de mortales, no valdría la pena una observancia tan exacta. No es la administración de misterios humanos lo que se les ha confiado. Por el contrario, el que es verdaderamente omnipotente, creador de todas las cosas y Dios invisible, él mismo hizo venir de los cielos su Verdad y su Palabra santa e incomprensible, haciéndola morar entre los hombres y estableciéndola sólidamente en sus corazones. No envió a los hombres, como tal vez alguno pudiera imaginar, a un servidor suyo, algún ángel o potestad de las que administran las cosas terrenas o alguno de los que tienen encomendada la administración de los cielos, sino al mismo artífice y creador del universo, el que hizo los cielos, aquel por quien encerró el mar en sus propios limites, aquel cuyo misterio guardan fielmente todos los elementos, de quien el sol recibió la medida que ha de guardar en su diaria carrera, a quien obedece la luna cuando le manda brillar en la noche, a quien obedecen las estrellas que son el séquito de la luna en su carrera; aquel por quien todo fue ordenado, delimitado y sometido: los cielos y lo que en ellos se contiene, la tierra y cuanto en la tierra existe, el mar y lo que en el mar se encierra, el fuego. el aire, el abismo, lo que está en lo alto, lo que está en lo profundo y lo que está en medio. A éste envió Dios a los hombres. Ahora bien, ¿lo envió, como alguno de los hombres podría pensar, para ejercer una tirania y para infundir terror y espanto? Ciertamente no, sino que lo envió con bondad y mansedumbre, como un rey que envia a su hijo rey, como hombre lo envió a los hombres, como salvador, para persuadir, no para violentar, ya que no se da en Dios la violencia. Lo envió para invitar, no para perseguir; para amar, no para juzgar. Ya llegará el día en que lo envíe para juzgar, y entonces ¿quién será capaz de soportar su presencia?... 3.
65 Dios, Señor y Creador del universo, que hizo todas las cosas y las distinguió según su orden, no sólo se mostró amador de los hombres, sino también magnánimo con ellos. En realidad siempre fue tal, y lo sigue siendo, y lo será: benévolo, bueno, sin ira y veraz: sólo él es bueno. Y habiendo concebido un designio grande e inefable, lo comunicó sólo con su Hijo. Pues bien, mientras su voluntad llena de sabiduría se mantenía en secreto y se guardaba, parecía que no se cuidaba ni se preocupaba de nosotros. Pero después que lo reveló por medio de su Hijo amado y manifestó lo que tenía preparado desde el principio, nos lo dio todo de una vez, a saber, no sólo tener parte en sus beneficios, sino ver y comprender lo que ninguno de nosotros hubiera jamás esperado.
Así pues, teniéndolo todo preparado en sí mismo y con su Hijo, hasta el tiempo próximo pasado nos permitió que nos dejáramos llevar a nuestro antojo por nuestros desordenados impulsos, arrastrados por los placeres y concupiscencias. No es que tuviera en manera alguna complacencia en nuestros pecados, pero los toleraba. Ni tampoco aprobaba entonces aquel tiempo de iniquidad, sino que iba preparando el tiempo actual de justicia, para que, habiendo quedado en aquel tiempo convictos par nuestras propias obras de que éramos indignos de la vida, ahora fuéramos hechos dignos de ella por la bondad de Dios; y habiendo quedado bien patente que nosotros por nosotros mismos no podíamos entrar en el reino de Dios, se nos conceda ahora la capacidad de entrar por el poder del mismo Dios. Cuando nuestra iniquidad llegó a su colmo y se puso plenamente de manifiesto que la paga que podíamos esperar era el castigo y la muerte, llegó aquel momento que Dios había dispuesto de antemano a partir del cual tenía que mostrarse su bondad y su poder. ¡Oh maravillosa benignidad y amor de Dios para con los hombres! No nos aborreció, no nos arrojó de sí, no nos guardó rencor, sino que se mostró magnánimo, nos soportó, y compadecido de nosotros cargó sobre sí nuestros pecados. ÉI mismo «entregó a su propio Hijo» (Rm 8, 32) como rescate por nosotros: al santo por los pecadores, al inocente por los malvados, «al justo por los injustos» (1 Pe 3, 18), al incorruptible por los corruptibles, al inmortal por los mortales. Porque, ¿qué otra cosa podía cubrir nuestros pecados, fuera de su justicia? ¿En quién podíamos nosotros, malvados e impíos, ser justificados, sino sólo en el Hijo de Dios? ¡Oh dulce trueque! ¡Oh obra insondable! ¡Oh beneficios inesperados! La iniquidad de muchos quedó sepultada en un solo justo, y la justicia de uno bastó para justificar a muchos malvados.
De esta suerte, habiéndonos convencido Dios en el tiempo pasado de que por nuestra propia naturaleza no éramos capaces de alcanzar la vida, y habiendo mostrado ahora al salvador que es capaz de salvar lo imposible, quiso que a partir de estas dos cosas creyéramos en su bondad y le tuviéramos como sustentador nuestro, padre, maestro, consejero, médico, inteligencia, luz, honor, gloria, fuerza, vida, sin que anduviéramos preocupados de nuestro vestido o comida.
Si deseas llegar a alcanzar también tú esta fe, procura primero alcanzar el conocimiento del Padre. Porque Dios amó a los hambres, por los cuales hizo el mundo, a quienes sometió todas las cosas de la tierra, a quienes dio la razón y la inteligencia, los únicos a quienes concedió mirar hacia arriba para que pudieran verle, a quienes modeló a su propia imagen, a quienes envió a su Hijo unigénito (1 Jn 4, 9), a quienes prometió el reino de los cielos, que dará a los que le hubieren amado. No tienes idea de la alegría que te llenará cuando llegues a alcanzar este conocimiento, o del amor que puedes llegar a sentir para con aquel que primero te amó hasta tal extremo. Y cuando llegues a amarle, te convertirás en imitador de su bondad. No te maravilles de que el hombre pueda llegar a ser imitador de Dios: lo puede, si lo quiere Dios. Porque la felicidad no está en dominar tiránicamente al prójimo, ni en querer estar siempre por encima de los más débiles, ni en la riqueza, ni en la violencia para con los más necesitados: en esto no puede nadie imitar a Dios, porque todo esto es ajeno de su grandeza. Más bien el que toma sobre sí la carga de su prójimo, el que en aquello en que es superior está dispuesto a hacer el bien a su inferior, el que suministra a los necesitados lo que él mismo recibió de Dios, éste se convierte en Dios de los que reciben de su mano, éste es imitador de Dios.
Entonces, aunque morando en la tierra, podrás contemplar cómo Dios es el Señor de los cielos; entonces empezarás a hablar los misterios de Dios; entonces amarás y admirarás a los que reciben castigo de muerte por no querer negar a Dios; entonces condenarás el engaño y el extravio del mundo, cuando conocerás la verdadera vida del cielo, cuando llegarás a despreciar la que aquí se tiene por muerte, cuando temerás la muerte verdadera, que está reservada para los condenados al fuego eterno que ha de castigar hasta el fin a los que a él sean arrojados. Entonces, cuando hayas llegado a tener conocimiento de aquel fuego, admirarás a los que por causa de la justicia soportan este fuego temporal, y los tendrás por bienaventurados 4.
........................
1. Carta a Diogneto, cap. 2,
2, Ibid., cap. 3-4.
3. Ibid., cap. 5-7.
4. Ibid., cap. 8-10.


DISCURSO A DIOGNETO
Exordio:
Pues veo, Excelentísimo Diogneto, tu extraordinario interés por conocer la religión de los cristianos y que muy puntual y cuidadosamente has preguntado sobre ella: primero, qué Dios es ése en que confían y qué género de culto le tributan para que así desdeñen todos ellos el mundo y desprecien la muerte, sin que, por una parte, crean en los dioses que los griegos tienen por tales y, por otra, no observen tampoco la superstición de los judíos; y luego qué amor es ése que se tienen unos a otros; y por qué, finalmente, apareció justamente ahora y no antes en el mundo esta nueva raza, o nuevo género de vida; no puedo me-nos de alabarte por este empeño tuyo, a par que suplico a Dios, que es quien nos concede lo mismo el hablar que el oír, que a mí me conceda hablar de manera que mi discurso redunde en provecho tuyo, y a ti el oír de modo que no tenga por qué entristecerse el que te dirigió su palabra.
(1; BAC 65, 845)

La vida corriente de los cristianos y sus ideales:
Los cristianos, en efecto, no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra ni por su habla ni por sus costumbres. Por-que ni habitan ciudades exclusivas suyas, ni hablan una lengua extraña, ni llevan un género de vida aparte de los demás. A la verdad, esta doctrina no ha sido por ellos inventada gracias al ta-lento y especulación de hombres curiosos, ni profesan, como otros hacen, una enseñanza humana; sino que, habitando ciudades griegas o bárbaras, según la suerte que a cada uno le cupo, y adaptándose en vestido, comida y demás género de vida a los usos y costumbres de cada país, dan muestras de un tenor de peculiar conducta, admirable, y, por confesión de todos, sorprendente. Habitan sus propias patrias, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos y todo lo soportan como extranjeros; toda tierra extraña es para ellos patria, y toda patria, tierra extraña. Se casan como todos: como todos engendran hijos, pero no exponen los que les nacen. Ponen mesa común, pero no le-cho. Están en la carne, pero no viven según la carne. Pasan el tiempo en la tierra, pero tienen su ciudadanía en el cielo. Obedecen a las leyes establecidas; pero con su vida sobrepasan las le-yes. A todos aman y por todos son perseguidos. Se los desconoce y se los condena. Se los mata y en ello se les da la vida. Son pobres y enriquecen a muchos. Carecen de todo y abundan en todo. Son deshonrados y en las mismas deshonras son glorificados. Se los maldice y se los declara justos. Los vituperan y ellos bendicen. Se los injuria y ellos dan honra. Hacen bien y se los castiga como malhechores; castigados de muerte, se alegran como si se les diera la vida. Por los judíos se los combate como a extranjeros; por los griegos son perseguidos y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben decir el motivo de su odio.
(5; BAC 65, 850-851)

La caridad
Si deseas alcanzar tú también esa fe, trata, ante todo, de adquirir conocimiento del Padre. Porque Dios amó a los hombres, por los cuales hizo el mundo, a los que sometió cuanto hay en la tierra, a los que concedió inteligencia y razón, a los solos que permitió mirar hacia arriba para contemplarle a Él, los que plasmó de su propia imagen, a los que envió su Hijo Unigénito, a los que prometió su reino en el cielo, que dará a los que le hubieren ama-do. Ahora, conocido que hayas a Dios Padre, ¿de qué alegría piensas que serás colmado?, ¿o cómo amarás a quien hasta tal extremo te amó antes a ti? Y en amándole que le ames, te convertirás en imitador de su bondad. Y no te maravilles de que el hombre pueda venir a ser imitador de Dios. Queriéndolo Dios, el hombre puede. Porque no está la felicidad en dominar tiránicamente sobre nuestro prójimo, ni en querer estar por encima de los más débiles, ni en enriquecerse y violentar a los necesitados. No es ahí donde puede nadie imitar a Dios, sino que todo eso es ajeno a su magnificencia. El que toma sobre sí la carga de su prójimo; el que está pronto a hacer bien a su inferior en aquello justamente en que él es superior; el que, suministrando a los necesitados lo mismo que él recibió de Dios, se convierte en Dios de los que reciben de su mano, ése es el verdadero imitador de Dios.
Entonces, aun morando en la tierra, contemplarás a Dios cómo tiene su imperio en el cielo; entonces empezarás a hablar de los misterios de Dios; entonces amarás y admirarás a los que son castigados de muerte por no querer negar a Dios; entonces condenarás el engaño y extravío del mundo, cuando conozcas la verdadera vida del cielo, cuando desprecies ésta que aquí parece muerte, cuando temas la que es de verdad muerte, que está reservada para los condenados al fuego eterno, fuego que ha de atormentar hasta el fin a los que fueren arrojados a él. Cuando este fuego conozcas, admirarás y tendrás por bienhadados a los que, por amor de la justicia, soportan estotro fuego de un momento.
(10; BAC 65, 850-858)

lunes, 2 de enero de 2012

LA COLMENA...me gusta esta reflexion y la copio para vosotros

XVII REFLEXIÓN. 1 DE ENERO DE 2012.
LA COLMENA.
Todos sabemos lo que es una colmena. Y lo que en ella sucede y quienes la forman y habitan. Lo que no nos paramos a detectar, es la especial simbiosis que se produce día a día, y minuto tras minuto para lograr en equipo la trabajosa miel, el premio del trabajo de toda una comunidad de abejas.
Nuestras dos parroquias, la Iglesia,la familia, la comunidad educativa o deportiva, es como  una gran colmena. En ella hay muchas y buenas colmenas. Pero también hay muchos zánganos/as,  que se apropian del trabajo de las abejas buenas y trabajadoras de verdad. Estos zánganos/as en la parroquia son los que quieren el reconocimiento, el agradecimiento, el aplauso, por ser sencillamente ellos/as por la misma cara, sin dar un palo al agua. Son los clásicos parásitos que abundan en cualquier ámbito humano. Y molestan por no ser capaces de querer colaborar, echar una mano, critican todo lo que ellos no hace, piensan o dicen. Porque todo si lo hacen, piensan o dicen ellos es perfecto.  Esta gente no mira el bien común en la comunidad parroquial. Si su provecho personal. La Iglesia, la parroquia, las familias, los colectivos sociales, debe tener muy presente que con gente así no se avanza. Y hay que educarlas, aconsejarlas,  si se dejan, y si no dejarlas porque a veces, nadie escarmienta en cabeza ajena.
Profundizando más en el tema que nos ocupa en este primer día de la mañana podemos obeservar que la colmena es la vivienda de una colonia de abejas y, por extensión, la colonia que vive en ella. Las colonias de abejas pueden llegar a contener hasta 80.000 individuos, y están constituidas por tres castas: las obreras ,los zánganos y la abeja reina. Las abejas que se ven comúnmente son las obreras, que también constituyen la parte más numerosa de la colonia. El grupo de colmenas dispuesto en el terreno por un apicultor se denomina apiario.
Las abejas forman sus colonias de modo muy diferente a como hacen otros insectos sociales, como los abejorros o las hormigas. Para constituir un nuevo grupo, la abeja reina de más edad abandona la colmena, llevándose consigo un gran número de obreras y dejando a la reina más joven a cargo de lo que queda de la colonia original. Este proceso se denomina naturalmente enjambrazón y al grupo de abejas con su nueva reina se lo llama enjambre. No hay que confundir un enjambre con la colmena que se encuentra en el interior de cualquier recipiente.
En la Iglesia, existe tambiñén una amplia colmena, que se llama parroquia y a la que se pertenece por estar bautizados y por vivir en el terreno donde está situada esa parroquia. En nuestro caso, sería Ntra. Sra. de Guadalupe, en el barrio Toscal-Longuera. Y San Antonio de Padua, en el barrio del mismo.
Y todos pertenecemos a un gran pueblo, donde unos tienen unos carismas y otros, unos ministerios que son complementarios y no rivales. Y que la integración de cada uno de ellos dinamiza la vida de ese pueblo, de esa colmena ,en todo momento.  Aunque hay muchos cristianos que aún en el siglo XXI, no son capaces de descubrir esta idea y de llevarla a la práctica, El Papa, los obispos, los sacerdotes, diáconos religiosos y seglares, tenemos que trabajar juntos para producir la miel, que endulce este mundo, nuestro mundo. Estos barrios, nuestros barrios.  Esta parroquia, nuestras parroquias de Guadalupe y San Antonio, que pertenecen a otro conjunto de colmenas, que se llama Arciprestazgo de La Orotava, en la Diócesis de Tenerife, donde el apicultor es nuestro Obispo y todos nosotros, abejas trabajadoras, aunque, como en todos los paquetes, aparezcan algunos zánganos.
 La miel posee unas características especiales que la hacen agradable y prontamente deseable por el ser humano. Su secreto está en el empleo que le damos: en la gastronomía, como valor terapéutico sobretodo en tos y resfriados.  Por sus propiedades cicatrizantes, energéticas. Todas estas realidades, son fruto del trabajo de las moradoras de estas colmenas. Así nosotros debemos imitar su ejemplo de fieles trabajadores en todo momento en nuestro crecimiento personal y en el crecimiento familiar, social, comunitario, en definitiva.
La miel que damos a veces no alimenta. No cicatriza. No da energías. Pidámosle a María Santísima de la miel, que nos ayude a estar cerca de su Hijo, en este comienzo del año 2012, y nos alimente permanentemente de El: su palabra, su Eucaristía, su perdón, la formación, el trabajo interparroquial y parroquial.
¡Madre de la Miel, ruega por nosotros!.

copiado del blog de la Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe