lunes, 24 de noviembre de 2014

El ladron de sueños

El Ladrón de sueños


Ante un grupo de niños un hombre narró la siguiente historia: Había una vez un muchacho quien era hijo de un entrenador de caballos, el padre del muchacho era pobre y contaba con apenas unos pocos recursos para mantener a su familia y mandar al muchacho a la escuela; una mañana en la escuela, estando el muchacho en clase, el profesor pidió a los alumnos que escribieran la meta que desearían alcanzar para cuando fueran adultos.

Esa noche, el joven escribió una composición de siete páginas en la que describía su meta, escribió su sueño con mucho detalle y hasta dibujó un plano de todo el proyecto: el rancho, las pesebreras, la ganadería, el terreno y la casa en la que quería vivir; en fin, puso todo su corazón en el proyecto y al día siguiente lo entregó al profesor.

Dos días más tarde, recibió de vuelta su trabajo reprobado, con una nota que decía, “ven a verme después de clases”. El chico del sueño fue donde a su profesor y le preguntó ¿por qué me reprobó? El profesor le dijo: es un sueño poco realista para un chico como tú, no tienes recursos, vienes de una familia pobre; para tener lo que quieres, hacen falta muchas cosas y además mucho dinero. Tienes que comprar el terreno, pagar por la cría original y después tendrás muchos gastos de mantenimiento, no podrías hacerlo de ninguna manera. A continuación el profesor agregó: si vuelves a hacer el trabajo con objetivos más realistas, reconsideraré tu nota.

El chico volvió a su casa y pensó mucho. También le preguntó a su padre qué debía hacer; éste le respondió: mira hijo, tienes que decidir por ti mismo; de todos modos, creo que es una decisión importante para ti, ¿cierto?. Finalmente, después de reflexionar durante una semana, el chico entregó el mismo trabajo, sin hacer cambio alguno. Le dijo al profesor: usted puede quedarse con mi mala nota, yo me quedaré con mi sueño.

Al concluir, el hombre miró a los niños y les dijo: les cuento esta historia porque es mi historia, aquí estamos en medio de la casa de mis sueños, dentro del rancho que me propuse conseguir por que esa era la meta de mi vida; aún conservo aquella tarea del colegio enmarcada sobre la chimenea.

Luego agregó: lo mejor de la historia es que hace dos años, ese mismo profesor trajo a treinta chicos a visitar mi rancho y al irse me dijo: “mira, ahora puedo decírtelo, cuando era tu profesor, era una especie de ladrón de sueños. Durante esos años, robé un montón de sueños a los niños, por suerte tuviste la suficiente fortaleza para no abandonar el tuyo”.

No dejemos que nadie nos robe nuestros sueños, ni tampoco le robemos a otros los suyos; si somos padres, si hemos sido o somos docentes, pensemos si en algún momento robamos los sueños de nuestros hijos o alumnos...



sábado, 22 de noviembre de 2014

La Voz del Corazon

La voz del corazón


En la Clínica de un famoso cirujano cardiólogo, entra la secretaria al consultorio de éste y le anuncia que un viejecito, muy pobre, deseaba consultarle, recomendado por un médico del hospital público; el médico le dice que hablará con él una vez que haya atendido a todos los clientes con cita médica. Después de dos horas de espera, el médico recibe al anciano y éste le explica la razón de su visita: El médico del hospital público me ha enviado a usted, porque únicamente un médico de su prestigio podría solucionar mi problema cardíaco y en su clínica poseen equipos suficientes como para llevar a cabo esta operación.

El médico ve los estudios y coincide con el colega del hospital, le pregunta al viejito con qué Compañía de Seguros se haría operar. Este le contesta: Ahí está el problema doctor, yo no tengo seguro social y tampoco dinero; como verá, soy muy pobre y para peor, sin familia... Lo que pido, sé que es mucho, pero tal vez entre sus colegas y usted puedan ayudarme...

El médico no lo dejó terminar la frase, estaba indignado con su colega del hospital; lo envió de regreso con una nota explicándole que su Clínica era Privada y de mucho prestigio, por lo tanto no podía acceder a su pedido. El había estudiado y trabajado duramente estos años para abrir su clínica y ganar el prestigio y los bienes que tenía.

Cuando el anciano se retiró, el médico se percató de que éste había olvidado una carpeta con unas poesías y una frase suelta que le llamó mucho la atención. La frase decía: “El órgano que mejor habla es el corazón”, y firmaba Hermógenes Fauvert. Esta frase le gustó mucho al médico, pero lo que más le gustó fue el nombre del autor de la frase, Hermógenes Fauvert. Le hacía recordar su juventud, pues, en primaria, la maestra les leía sus hermosos cuentos infantiles. En la secundaria, la profesora de Literatura les enseñaba bellísimas poesías y fue con una de ellas que, al dedicarle a una de sus compañeras, se enamoró y esta fue su primera novia… cómo olvidar todo eso, si fue parte de lo mejor de su infancia.

A la semana siguiente, al finalizar la jornada, la secretaria entró al consultorio con el periódico vespertino y compungida le dijo al médico, ¿Se ha enterado, doctor? Hoy han encontrado muerto a Hermógenes Fauvert en un banco de la Plaza del Ayuntamiento, tenía 88 años el pobre. El médico suspiró de pena y contestó: Hombres como él no deberían morir nunca, que Dios lo tenga en Paz, me hubiera gustado conocerlo… Pero, ¡cómo!..... ¿No lo recuerda?, le dice la secretaria y mostrándole la fotografía del periódico le dice: Era el pobre viejecito que vino la semana pasada a consultarle, era un conocido escritor, solitario y bohemio, no tenía parientes y... El médico no la dejó terminar, le pidió que se retirase y sentándose con los brazos cruzados en el escritorio, lloró.

Lloró como nunca lo había hecho, como el niño que llevaba escondido en su alma, largo tiempo estuvo en el silencio de su consultorio. Luego, mientras secaba las lágrimas de su escritorio, sacó delicadamente la imagen de Cristo que estaba debajo del cristal y, después de besarla, la guardó en un cajón mientras decía: Perdón Señor, no soy digno de Ti, no soy digno de que Me mires, todo lo que tengo, Te lo debo, me enviaste a un pobre y me habló con la voz del corazón, yo lo escuché con el oído del egoísmo.... mi vergüenza es grande.... Perdóname Señor.

Con el correr de los años, la Clínica Hermógenes Fauvert, como se denomina desde entonces, se hizo muy famosa, el médico habilitó un sector para la atención de los pacientes sin seguro médico y él personalmente practica las operaciones.

¡Cuántas veces nos habrá pasado lo mismo a nosotros! Nos han hablado con la voz del corazón y no hemos oído… hemos sido egoístas con nuestros hermanos, pidámosle a Dios que no nos pase como a este pobre médico, que habiendo curado tantos corazones, no ha sabido escuchar al suyo…

A veces Dios nos coloca situaciones para probar cuanta bondad hay dentro de nosotros, a veces decimos que amamos a Dios y somos incapaces de tender la mano a nuestros hermanos.