jueves, 5 de enero de 2012

- AYUDAME CORRIGEME! - ES OBLIGACION CORREGIR -

Ojos que no ven corazón que no siente. La falta de corrección fraterna es falta de caridad.
corazon2
Génesis 4
9     Yahveh dijo a Caín: «¿Dónde está tu hermano Abel? Contestó: «No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?» 10  Replicó Yahveh: «¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo.  11     Pues bien: maldito seas, lejos de este suelo que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano...

Llama al cielo cuando no nos preocupamos que nuestro hermano peque, pero
clama al Cielo cuando ese pecado es mortal.

¿No nos importa que nuestro hermano se condene al infierno eterno y que Jesús tenga que pagar atemporalmente por ese pecado con su propia Sangre en la Cruz?

Todos tenemos la obligación de corregir fraternalmente por amor a Cristo y al prójimo, porque cada pecado le lastima atemporalmente en la Cruz.

La obligación de corregir es leve si el pecado es leve, y grave, si el pecado es grave.
Quien no corrige un pecado venial comete un pecado venial pero
quien no corrige un pecado mortal comete un pecado mortal… y como Caín, deja morir a su hermano.

La falta de corrección fraterna es faltar a un mandato Divino. Quien no corrige muestra egoísmo, pereza, falta de sinceridad y honestidad. La Biblia advierte muchas veces sobre el pecado de hacer acepción de personas: no corregir a alguien por interés.

Grave cuando los mismos familiares no se aman y corrigen a quien peca mortalmente…
  • faltar a la Misa Dominical sin causa grave (3er Mandamiento, Catecismo pto. 2181)
  • no llevar a Misa dominical a niños en uso de razón,
  • demorar en bautizar a los niños apenas nacen,
  • actividad sexual fuera del sacramento del matrimonio,
  • actividad sexual no abierta a la vida (planificación familiar natural sin causa grave, métodos anticonceptivos, homosexualidad),
  • abortar (todos los métodos anticonceptivos son abortivos según el propio prospecto),
  • promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial, métodos anticonceptivos),
  • borrachera,
  • drogas,
  • comer a reventar,
  • envidia,
  • calumnia,
  • odio o deseo de venganza,
  • ver pornografía,
  • robo importante,
  • chiste o burla de lo sagrado, etc.

Romanos 1
32           los cuales, aunque conocedores del veredicto de Dios que declara dignos de muerte a los que tales cosas practican, no solamente las practican, sino que aprueban a los que las cometen.

Lectura del profeta Ezequiel 3, 16b-21
El Señor me habló y me dijo a mí, Ezequiel:
"Hijo de hombre, yo te he puesto como centinela del pueblo de Israel. Cuando escuches una palabra de mi boca, se la anunciarás de mi parte.
Si yo le digo al malvado que es reo de muerte, y tú no se lo adviertes para que cambie su mala conducta y conserve la vida, entonces el malvado morirá por su culpa, pero yo te pediré cuentas de su vida. Pero si tú se lo adviertes y no se arrepiente de su maldad y de su mala conducta, entonces él morirá por su culpa y tú salvarás tu vida.
Y si el justo se aparta de su vida justa y comete maldades, yo le pondré un tropiezo y morirá. Porque no se lo advertiste va a morir por su pecado y no se tendrán en cuenta las buenas obras que hizo, pero a ti te pediré cuentas de su vida. Y, por el contrario, si tú le adviertes al justo para que no peque y él no peca, ciertamente conservará su vida, porque se lo advertiste, y tú también salvarás tu vida".
Palabra de Dios.

La caridad empieza por casa. La obligación de corrección es mayor cuanto más cercana es la persona a nuestro corazón, a nuestra intimidad y/o a nuestro vivir diario:
Gálatas 6
10  Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe.

La prueba de un verdadero amor y de una verdadera amistad es la corrección. Si no nos corrigen, significa que no nos aman de veras, o no saben amar. ¿Nos gustaría que nos juzguen como falsos o malos amigos porque no corregimos?

También faltamos al precepto de corrección fraterna cuando no nos ocupamos de hacer algo contra el mal a nivel social: obscenidad, pornografía, prostitución, anticonceptivos, aborto, “educación” sexual (léase perversión), gay-monio, adopción homosexual, corrupción, prebendas, cultura de no trabajar, estafa, ventajismo, robo, etc. Lo menos que podemos hacer es rezar (Misas, Rosarios), y no crean que es poco, logra muchísimo más que el activismo sin fe: el ciento por uno.

Agreguemos al examen de conciencia de cada día, el propósito de corregir al prójimo en lo que encontremos.


¿Cómo se debe corregir?

1. Con Caridad

Filipenses 2
1              Así, pues, os conjuro en virtud de toda exhortación en Cristo, de toda persuasión de amor, de toda comunión en el Espíritu, de toda entrañable compasión,
2              que colméis mi alegría, siendo todos del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espíritu, unos mismos sentimientos.
3              Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo,
4              buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás.
5              Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo:

Debemos corregir como si corrigiéramos a la persona que más queremos. Con la misma amabilidad con que nos dirigiéramos a la mismísima Virgen o a Jesús. ¡Tomar nota padres como corrigen a sus hijos!

San Francisco de Sales decía que “una gota de miel atrae más moscas que un barril de hiel”.

La caridad implica:
  • humildad
  • oportunidad adecuada (a solas, calmados y si es en un momento agradable mejor)
  • con dulzura, delicadeza, tacto, el modo que no ofende
  • prudencia (el "consejo de administración de la caridad")
  • frenar la lengua, la palabra justa
  • honestidad


2. Con oración y mortificación.

El pecado enceguece el corazón, lo vuelve frío y duro, incapaz de acoger la Verdad, por más evidente que sea. Los fariseos no reconocieron al Mesías por más que Jesús hizo resucitar a Lázaro delante de sus ojos y por más que sabían que sólo Dios (y no Satanás) tiene el poder de dar vida.

Una corrección será poco productiva y fecunda si la persona no está abierta a Cristo, la Verdad. Para descongelar el corazón del hermano, Dios nos da dos herramientas poderosísimas:
a)      la oración, siendo la Misa la oración perfecta porque unimos la nuestra a la de Cristo realmente presente
b)      la mortificación o sacrificios (comer menos rico y más de lo que no nos gusta, aguantar a alguien que no soportamos con paciencia y sonrisa, ser puntuales, etc.) ofrecidos a Dios, sumándolos a su Cruz, en reparación por nuestros pecados, siendo la Misa el sacrificio perfecto donde participamos supratemporalmente, estando realmente presentes, en el momento de la crucifixión durante la consagración.

En definitiva, la Misa es la oración y sacrificio perfectos para ofrecer por alguien a quien realmente corregimos por amor. Si no vamos a misa diariamente pudiéndolo hacer, es que aún no hemos descubierto el misterio, aún no encontramos la Verdad, aún no la amamos lo suficiente y sin embargo, la Verdad, Cristo, está realmente allí, esperándonos, dando hasta la última gota de sangre por nuestros pecados de cada día… y lo dejamos plantado en el altar, partiéndole el corazón, como una novia desamorada al novio en su boda, en las bodas del Cordero.


3. Con humildad

La caridad implica humildad: saber que uno pecaría aún peor que el hermano a corregir si no fuese por la misericordia de Dios. Sin Su gracia, seríamos peor que el peor de los criminales.

Justamente una buena forma humilde de empezar a corregir es pedir que el otro nos corrija primero los defectos que ve en nosotros, agradeciendo de corazón cada corrección, como un paciente al médico que le diagnostica lo que le hace doler. Y lo más difícil para la soberbia: ¡pedir perdón de corazón! Doliéndonos el dolor causado por nuestro pecado, tanto a Cristo como al hermano.

Escribe Salvador Canals:
La humildad nos abre el corazón a la verdad y la paz, y así será más fácil enderezar, con la ayuda de Dios, nuestros senderos.
Al deber de hablar corresponde, naturalmente, la obligación de escuchar. Quien no escucha se priva voluntariamente de esta ayuda, deja caducar un derecho suyo determinado: es decir, el derecho, fundado sobre la caridad, de ser advertido, de ser corregido, de ser, en definitiva, eficazmente ayudado. ¡Qué triste es no escuchar, y ser conocidos de todos como personas a las cuales nada se puede decir, como cristianos –de nombre, tan sólo– que rechazan con soberbia toda ayuda de los demás! El amor propio nos separa, nos distancia de los demás; nos establece en la soledad. Nos reduce a aquella trágica condición, tan tristemente deplorada por las Escrituras: Vae soli, qui cum ceiderit non habet sublevantem se; ¡infeliz del que está solo, porque cuando caiga no encontrará quien lo levante!

Quien disfruta de corregir al otro, seguramente está corrigiendo por soberbia, venganza y sin amor. La soberbia de haber encontrado un defecto en el otro y creerse superior por eso: “cuanto más se hunde el otro, más parece que subo yo pisoteándolo.” Para estas personas la forma de ascender es hundiendo al hermano al pararse sobre sus hombros.

Quien ama a Dios, le duelen los pecados ajenos como propios, los “sufre en carne propia”, los “siente con el Corazón de Cristo”, porque sabe que cada pecado debe pagarse con dolor, con el de Cristo y María crucificados por cada uno de ellos, con el de las almas corredentoras que ofrecen mortificaciones sumándolas a la Cruz.

Colosenses 1
24  Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia,

Mateo 11
38           El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí.

Mateo 16
24           Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.

En cambio, quien disfruta del escándalo ajeno, es cómplice del mismo y tal vez peca aún más: tal vez el otro peca por ignorancia pero tú quien conoces la Palabra de Dios, serás juzgado más duramente por no salvar al hermano de su ignorancia.

Esa es la típica actitud de los criticones, calumniadores y difamadores: nada hacen por corregir fraternalmente, pero gozan difundiendo el pecado de los demás (contar pecados es un pecado, no sólo porque no hay que hablar mal de otros, sino porque genera una sensación de impunidad porque todos lo hacen).

Es la típica actitud de los cismáticos que critican a la Iglesia y nada hacen por mejorar el supuesto problema: en un extremo, algunos lefebvristas, “tradicionalistas”, sedevacantistas y en el otro, los de la mal llamada “teología” de la liberación y afines. Su soberbia llega al grado de ponerse por encima de la Cátedra de Pedro (el Papa), la roca sólida e inexpugnable a quien Jesús prometió que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.

Si en cambio notas que te cuesta corregir, que temes que tu hermano se aleje de ti por tu corrección, que haces un esfuerzo por amor a Dios, estás en buen camino.


4. Sin juzgar

Este punto depende de la humildad pero es tan importante que merece un capítulo aparte.

No debes juzgar a los demás. Se debe corregir una situación de pecado objetiva pero el interior sólo lo conoce la persona y Dios. Quien juzga el interior, la “mala” intención del otro, en vez de corregir, se está condenando a sí mismo. El mero hecho de juzgar es un pecado de soberbia atroz.

Por eso dice Jesús:
Mateo 7
1              «No juzguéis, para que no seáis juzgados.
2              Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá.
3              ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo?
4              ¿O cómo vas a decir a tu hermano: “Deja que te saque la brizna del ojo”, teniendo la viga en el tuyo?
5              Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano.

Lo que está queriendo decir es que no debemos prejuzgar una mala intención en el hermano. ¡Lejos está Jesús de decir que no debemos corregirlo!

Romanos 2, 1-11:
No tienes disculpa tú, quienquiera que seas, que te constituyes en juez de los demás, pues al condenarlos, te condenas a ti mismo, ya que tú haces las mismas cosas que condenas; y ya sabemos que Dios condena justamente a los que hacen tales cosas. Tú, que condenas a los que hacen las mismas cosas que haces tú, ¿piensas que vas a escapar del juicio de Dios? ¿Por qué desprecias la bondad inagotable de Dios, su paciencia y su comprensión, y no te das cuenta de que esa misma bondad es la que te impulsa al arrepentimiento?



5. Con la Palabra de Dios.

Dice la Biblia que la Palabra de Dios es una espada de doble filo que penetra hasta la médula del corazón más duro. ¡Usémosla! Pero para eso hay que conocerla!

Todo buen cristiano debiera leer o escuchar al menos 5 minutos la Palabra de Dios CADA DIA. Para comprender es importante comenzar por el nuevo testamento y usar la Biblia de la Universidad de Navarra, la única que trae los comentarios de encíclicas, santos y patrística que permiten interpretarla correctamente y sin dudas.

Mal juez sería quien no conociera la ley. ¿Acaso pretendemos ayudar a nuestro hermano sin conocer la Ley, la Palabra de Dios? Quien ama de veras busca corregir en la Verdad. Para conocer la Verdad, busca la Palabra de la Verdad, de Jesús.

Esto no significa que si no somos teólogos no podemos corregir: todos recibimos un conocimiento del bien y del mal inscripto en nuestras conciencias antes de nacer. Todos podemos corregir en función del Amor, en el Bien y la Verdad. Sin embargo, como el pecado oscurece la conciencia, es bueno afinarla con la Palabra de Dios.

Apocalipsis del apóstol san Juan 3, 1-6.14-22
Conozco tus obras y, aunque tienes nombre de vivo, estás muerto. Permanece, pues alerta y revive lo que está a punto de morir, porque he comprobado que tus obras no son perfectas ante Dios. Recuerda cómo escuchaste y recibiste la palabra; consérvala y cambia de conducta. Porque si no estás alerta, vendré como ladrón, sin que puedas saber a qué hora caeré sobre ti.

Gálatas 6
7    No os engañéis; de Dios nadie se burla. Pues lo que uno siembre, eso cosechará:
8    el que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción; el que siembre en el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna.
9    No nos cansemos de obrar el bien; que a su tiempo nos vendrá la cosecha si no desfallecemos.


6. Con ayuda de otros

Mateo 18
13           Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las 99 no descarriadas.
14           De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños.
15           «Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano.
16           Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos.
17           Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano.

Queda claro que en la medida que fallan las distintas instancias se va agregando presión social. Si no comienzo por corregir a solas, no estoy actuando con caridad y corro el riesgo de murmurar/calumniar.

Cuidado con los murmuradores: al prestar oído nos convertimos en cómplice de su pecado. Hay que cortarlos en seco diciendo que si va a hablar mal de alguien no nos interesa. Es un pecado muy difícil de corregir y que causa mucho daño y división, a tal punto que San Juan Bosco expulsaba del seminario a los murmuradores empedernidos, a pesar de lo mucho que se necesitaban las vocaciones.


7. Tolerancia cero

La tolerancia es una virtud. La intolerancia es un defecto. ¿Porqué tolerancia cero?
Hay que tolerar al pecador. Perdonar “setenta veces siete”, es decir infinitas veces mientras el otro pida perdón. Sin embargo, hay una falsa tolerancia: tolerar el pecado.

Tolerancia al pecador pero intolerancia al pecado. Ama al pecador y odia al pecado. Justamente, por no odiar al pecado, odiamos al pecador también: quién dejara que una víbora pique a un niño, ¿no sería acusado justamente de no amar al niño? ¡Cualquier pecado es más grave que la picadura de una serpiente!

Escribe Salvador Canals:
Por desgracia, es grande el número de los que, por no desagradar o por no impresionar a alguien que está viviendo sus últimos días y los últimos momentos de su existencia terrena, le callan su estado real, haciéndole así un mal de incalculables dimensiones. Pero todavía es más elevado el número de los que ven a sus amigos en el error o en el pecado, o a punto de caer en uno o en otro, y permanecen mudos, y no mueven un dedo para evitarles estos males. ¿Concederíamos a quienes de tal modo se portasen con nosotros, el título de amigos? Ciertamente, no. Y, sin embargo, suelen hacerlo para no desagradarnos. "Por no desagradar" se pueden ocasionar así a los amigos –a nuestro próimo– auténticos males; podemos hacernos responsables de graves culpas, a las cuales convendría en muchas ocasiones el nombre de complicidad.¡No se trata de un problema personal!


8. Con el perdón

Mateo 6
12  y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
13  y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
14  «Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
15  pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.

Mateo 5
20           «Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.
21           «Habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal.
22           Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano “imbécil”, será reo ante el Sanedrín; y el que le llame “renegado”, será reo de la gehenna de fuego.
23           Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti,
24           deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda.
25           Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel.

Si el pecado es venial la cárcel es el purgatorio, pero si el pecado es mortal es el infierno. La incapacidad de perdonar puede ser pecado mortal si está basada en el odio y el deseo de venganza.

Mateo 18
21           Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?»
22           Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.»
23           «Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos.
24           Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos.
25           Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase.
26           Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: “Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré.”
27           Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda.
28           Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: “Paga lo que debes.”
29           Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: “Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré.”
30           Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía.
31           Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido.
32           Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: “Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste.
33           ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?”
34           Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía.
35           Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano.»


9. Con el Sacramento de la Confesión

¿De qué sirve hacer ver una enfermedad si no se ofrece el remedio? La corrección muestra donde está la llaga pero para que sea bien hecha, se debe explicar que el remedio al pecado es la confesión sacramental (con un Sacerdote). Sólo la confesión nos da la certeza de que Dios nos ha perdonado porque el Sacerdote actúa como un instrumento de su Misericordia prestando sus manos consagradas, que son las del mismísimo Jesús.

Se debe aprovechar para explicar que la confesión hecha de corazón (sin ocultar o minimizar pecados, con dolor de los pecados por haber traspasado a Cristo una vez más en la Cruz, propósito de enmienda y de evitar ocasión de pecado) nos da gracia/fuerza para luchar contra los pecados que precisamente confesamos.

¿Cuántas almas se han condenado al infierno eterno porque sus familiares no le corrigieron a tiempo? Sólo lo sabremos al morir pero tenemos la certeza absoluta de que tendremos que rendir cuenta de cada una de ellas ante Jesús crucificado.

La noción de riesgo de muerte y de infierno eterno puede ayudar a muchos a no postergar más la confesión.

Asegurémonos de acercar a la Confesión a quienes  se estén por exponer a un riesgo mortal por más pequeño que parezca (por ejemplo, viaje en automóvil, ómnibus, avión).

Y por qué no a la unción de los enfermos a:
  • los que estén por someterse a una operación con anestesia local (un coágulo puede causar la muerte) o general (tiene riesgo de muerte)
  • las que estén por parir (riesgo de parto)

¡La Confesión es el sacramento de la alegría!

Lucas 15
4              «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las 99 en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra?
5              Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros;
6              y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: “Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido.”
7              Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por 99 justos que no tengan necesidad de conversión.
8              «O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra?
9              Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice: “Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido.”
10           Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.»

No debemos desaprovechar la ocasión de corrección para recordar que, confesión mediante, la comunión es la mejor forma de reparar la desunión que causa todo pecado: nos hacemos uno con Dios, con Jesús realmente presente en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Un encuentro aún más íntimo que cuando Jesús estaba en medio de los apóstoles, hace casi 2000 años.

La confesión y comunión frecuentes son las mejores formas de celebrar una buena corrección fraterna.


Predicador del Papa: Al corregir, la primera regla es el amor
Comentario del padre Cantalamessa a la liturgia del próximo domingo
ROMA, viernes, 5 septiembre 2008 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa, OFM Cap. --predicador de la Casa Pontificia-- a la Liturgia de la Palabra del próximo domingo.
* * *

XXIII Domingo del Tiempo Ordinario
Ezequiel 33, 7-9; Romanos 13, 8-10; Mateo 18, 15-20

Si tu hermano llega a pecar...
En el Evangelio de este domingo leemos: "En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: 'Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado un hermano' ". Jesús habla de toda culpa; no restringe el campo sólo a la que se comete contra nosotros. En este último caso de hecho es prácticamente imposible distinguir si lo que nos mueve es el celo por la verdad o nuestro amor propio herido. En cualquier caso, sería más una autodefensa que una corrección fraterna. Cuando la falta es contra nosotros, el primer deber no es la corrección, sino el perdón.

¿Por qué dice Jesús: "repréndele a solas"? Ante todo por respeto al buen nombre del hermano, a su dignidad. Lo peor sería pretender corregir a un hombre en presencia de su esposa, o a una mujer en presencia de su marido; a un padre delante de sus hijos, a un maestro en presencia de sus alumnos, a un superior ante sus subordinados. Esto es, en presencia de las personas cuyo respeto y estima a uno le importa más. El asunto se convierte inmediatamente en un proceso público. Será muy difícil que la persona acepte de buen grado la corrección. Le va en ello su dignidad.
Dice "a solas tú con él" también para dar a la persona la posibilidad de defenderse y explicar su propia acción con toda libertad. Muchas veces, en efecto, aquello que a un observador externo le parece una culpa, en la intención de quien la ha cometido no lo es. Una explicación sincera disipa muchos malentendidos. Pero esto deja de ser posible cuando el tema se pone en conocimiento de muchos.

Cuando por cualquier motivo no es posible corregir fraternamente, a solas, a la persona que ha errado, hay algo que absolutamente se debe evitar: la divulgación, sin necesidad, de la culpa del hermano, hablar mal de él o incluso calumniarle, dando por probado aquello que no lo es o exagerando la culpa. "No habléis mal unos de otros", dice la Escritura (St 4,11). El cotilleo no es menos malo o reprobable sólo porque ahora se le llame "gossip".

Una vez una mujer fue a confesarse con San Felipe Neri acusándose de haber hablado mal de algunas personas. El santo la absolvió, pero le puso una extraña penitencia. Le dijo que fuera a casa, tomara una gallina y volviera donde él desplumándola poco a poco a lo largo del camino. Cuando estuvo de nuevo ante él, le dijo: "Ahora vuelve a casa y recoge una por una las plumas que has dejado caer cuando venías hacia aquí". La mujer le mostró la imposibilidad: el viento las había dispersado. Ahí es donde quería llegar San Felipe. "Ya ves -le dijo- que es imposible recoger las plumas una vez que se las ha llevado el viento, igual que es imposible retirar murmuraciones y calumnias una vez que han salido de la boca".

Volviendo al tema de la corrección, hay que decir que no siempre depende de nosotros el buen resultado al hacer una corrección (a pesar de nuestras mejores disposiciones, el otro puede que no la acepte, que se obstine); sin embargo, depende siempre y exclusivamente de nosotros el buen resultado... al recibir una corrección. De hecho la persona que "ha cometido la culpa" bien podría ser yo y el que corrige ser el otro: el marido, la mujer, el amigo, el hermano de comunidad o el padre superior.

En resumen, no existe sólo la corrección activa, sino también la pasiva; no sólo el deber de corregir, sino también el deber de dejarse corregir. Más aún: aquí es donde se ve si uno ha madurado lo bastante como para corregir a los demás. Quien quiera corregir a otro debe estar dispuesto también a dejarse corregir. Cuando veáis a alguien que recibe una observación y le oigáis responder con sencillez: "Tienes razón, ¡gracias por habérmelo dicho!", quitaos el sombrero: estáis ante un auténtico hombre o ante una auténtica mujer.
La enseñanza de Cristo sobre la corrección fraterna debería leerse siempre junto a lo que dijo en otra ocasión: "¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: 'Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo', no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo?" (Lc 6, 41 s.).

Lo que Jesús nos ha enseñado sobre la corrección puede ser también muy útil en cuanto a la educación de los hijos. La corrección es uno de los deberes fundamentales del progenitor: "¿Qué hijo hay a quien su padre no corrige?"(Hb 12,7); y también: "Endereza la planta mientras está tierna, si no quieres que crezca irremediablemente torcida". La renuncia total a toda forma de corrección es uno de los peores servicios que se puede hacer a los hijos, y sin embargo hoy lamentablemente es frecuentísimo.

Sólo hay que evitar que la corrección misma se transforme en un acto de acusación o en una crítica. Al corregir más bien hay que circunscribir la reprobación al error cometido, no generalizarla rechazando en bloque a toda la persona y su conducta. Más aún: aprovechar la corrección para poner en primer plano todo el bien que se reconoce en el chaval y lo mucho que se espera de él, de manera que la corrección se presente más como un aliento que como una descalificación. Este era el método que usaba san Juan Bosco con sus chicos.

No es fácil, en casos individuales, comprender si es mejor corregir o dejar pasar, hablar o callar. Por eso es importante tener en cuenta la regla de oro, válida para todos los casos, que el Apóstol da en la segunda lectura: "Con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor... El amor no hace mal al prójimo". Agustín sintetizó todo esto en la máxima "Ama y haz lo que quieras". Hay que asegurarse ante todo de que haya en el corazón una disposición fundamental de acogida hacia la persona. Después, lo que se decida hacer, sea corregir o callar, estará bien, porque el amor "jamás hace daño a nadie".

[Traducción del original italiano por Marta Lago]

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FUENTE:  WWW.EVANGELIZA.COM
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