Himno Akatistos a la Madre de Dios (siglo VII)
Concibiendo la Virgen a Dios en su seno,
corriendo subió hasta Isabel.
Y su niño, reconociendo al punto el saludo de
María, se alegró, y con saltos a guisa de cantos,
a la Madre de Dios aclamaba:
Salve, sarmiento del inmortal brote.
Salve, heredad de fruto sin defecto.
Salve, cultivas al labrador amigo de los hombres.
Salve, engendras a quien nuestra vida engendra.
Salve, terreno que produce abundancia de misericordias.
Salve, altar que sostiene propiciaciones abundantes
Salve, pues haces brotar un prado de delicia.
Salve, pues preparas un puerto a las almas.
Salve, incienso agradable del sacerdocio.
Salve, reconciliación del universo entero.
Salve, beneplácito de Dios para los mortales.
Salve, ante Dios audacia de los mortales.
¡Salve, virginal Esposa!
En interna galerna de contrarias mociones
el prudente José era agitado.
Amoríos sospecha, sabiéndote casta, oh Intachable.
Más tras saber que tu concepción
viene del Espíritu Santo, dice:
¡Aleluya!
Escucharon los pastores angélicos himnos, en
honor a la venida de Cristo encarnado,
y corriendo como hacia el Pastor
lo contemplan cual cordero sin tacha, apacentado
en el regazo de María,
a quien dijeron cantando himnos:
Salve, Madre del cordero y del pastor.
Salve, aprisco de espirituales ovejas.
Salve, baluarte contra invisibles enemigos.
Salve, entrada de las puertas del Paraíso.
Salve, pues los Cielos con la tierra se alegran.
Salve, pues la tierra con los Cielos danza.
Salve, de los Apóstoles boca que no calla.
Salve, osadía invencible de los Vencedores.
Salve, de la fe firme base.
Salve, esplendorosa señal de la gracia.
Salve, por tí el infierno fue expoliado.
Salve, por tí fuimos revestidos de gloria.
¡Salve, virginal Esposa!
Tras contemplar el singular nacimiento
nos hicimos extraños al mundo, trasportando la
mente hasta el cielo. Pues por este [nacimiento] el
Dios altísimo sobre la tierra fue manifestado como
humilde hombre, queriendo atraer a lo alto a los
que le aclaman:
¡Aleluya!
corriendo subió hasta Isabel.
Y su niño, reconociendo al punto el saludo de
María, se alegró, y con saltos a guisa de cantos,
a la Madre de Dios aclamaba:
Salve, sarmiento del inmortal brote.
Salve, heredad de fruto sin defecto.
Salve, cultivas al labrador amigo de los hombres.
Salve, engendras a quien nuestra vida engendra.
Salve, terreno que produce abundancia de misericordias.
Salve, altar que sostiene propiciaciones abundantes
Salve, pues haces brotar un prado de delicia.
Salve, pues preparas un puerto a las almas.
Salve, incienso agradable del sacerdocio.
Salve, reconciliación del universo entero.
Salve, beneplácito de Dios para los mortales.
Salve, ante Dios audacia de los mortales.
¡Salve, virginal Esposa!
En interna galerna de contrarias mociones
el prudente José era agitado.
Amoríos sospecha, sabiéndote casta, oh Intachable.
Más tras saber que tu concepción
viene del Espíritu Santo, dice:
¡Aleluya!
Escucharon los pastores angélicos himnos, en
honor a la venida de Cristo encarnado,
y corriendo como hacia el Pastor
lo contemplan cual cordero sin tacha, apacentado
en el regazo de María,
a quien dijeron cantando himnos:
Salve, Madre del cordero y del pastor.
Salve, aprisco de espirituales ovejas.
Salve, baluarte contra invisibles enemigos.
Salve, entrada de las puertas del Paraíso.
Salve, pues los Cielos con la tierra se alegran.
Salve, pues la tierra con los Cielos danza.
Salve, de los Apóstoles boca que no calla.
Salve, osadía invencible de los Vencedores.
Salve, de la fe firme base.
Salve, esplendorosa señal de la gracia.
Salve, por tí el infierno fue expoliado.
Salve, por tí fuimos revestidos de gloria.
¡Salve, virginal Esposa!
Tras contemplar el singular nacimiento
nos hicimos extraños al mundo, trasportando la
mente hasta el cielo. Pues por este [nacimiento] el
Dios altísimo sobre la tierra fue manifestado como
humilde hombre, queriendo atraer a lo alto a los
que le aclaman:
¡Aleluya!
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