¿Hay algo suprimiendo tu crecimiento de fe? ¿O el uso de los regalos de Dios? ¿O tu amor incondicional por los demás?
El
Sermón del Monte (Mateo 5, 6, y 7) es una enseñanza de cómo alcanzar
todo nuestro potencial. Al principio del programa, que es nuestra
lectura del Evangelio de hoy, Jesús da un ejemplo de cómo convertir una
interpretación literal de la ley a una fe que está completamente viva.
El
mensaje es este: Un cristiano completamente vivo toma el enfoque más
duro pero más cariñoso. Las personas mediocres toman la ruta perezosa y
cómoda y no logran nada de valor duradero.
Jesús demuestra este punto hablando del pecado del enojo. El describe el efecto cada vez más destructivo que tiene en el alma de la persona enojada.
Al principio, la ira en el corazón tiene como resultado "el juicio,"
representado por el tribunal local judío donde el más fácil de los
castigos era impuesto.
Después, Jesús nombra una de las maneras iniciales en que la ira mata: Decir "reo" a alguien es llamarlo un estúpido o imbécil. Destruye su amor propio.
Los menosprecia. El abusador - sí, los insultos son abusos - ahora debe
encarar un juicio ante el Sanedrín, el cuerpo judicial más alto.
Por
consiguiente, Jesús advierte que llamar a alguien un tonto es todavía
peor. Ya no un "imbécil," la persona bajo el ataque no "tiene valor" (el
significado directo de la palabra griega). Los oyentes entendieron que
esta palabra estaba llena de desprecio. Odiar a alguien tanto como para
no ver valor alguno en ellos (por ejemplo, ver los embarazos no deseados
como cargas de las cuales hay que deshacerse en lugar de verlos como
humanos preciosos) es condenarse a gehenna. Gehenna fue un nombre dado a
un valle cercano donde seguidores de un culto pagano mataban a niños
con fuego. Los judíos utilizaron el nombre para ilustrar el concepto del
castigo por el fuego; hoy nosotros le llamamos "infierno".
El resto de este pasaje de la escritura es el remedio de Dios para la ira. En esencia, Jesús dice:
Ve y has lo que sea necesario para reconciliarte con el que te ha hecho
enojarte. Esto, nos indica él, es aún más importante que adorar a Dios.
¿Cuán genuino puede nuestro culto ser si la ira ha reemplazado el amor
en nuestros corazones, ya que Dios es amor?
Todos tenemos a personas en nuestras vidas cuya conducta nos causa enojo. La ira justa incluye el perdón; la ira pecadora quiere la venganza.
¿Si caminas por el pasillo en la Misa para recibir la Comunión mientras
nos negamos a amar a alguien, cómo podemos amar al Cristo que está en
la Eucaristía, quién se ha unido a la comunidad (eso es lo que significa
la "comunión") incluyendo a esa persona con quien estás enojado? ¿Cómo
podemos recibir el amor mientras nuestros corazones están cerrados al
amor?
Ignorar
la necesidad de sanar de nuestra ira es suprimir al Espíritu Santo
dentro de nosotros. Crecemos en el Espíritu cuando aceptamos el difícil
desafío de humillarnos para que podamos dar amor a los que no lo
merecen.
Reflexión de Las Buenas Nuevas
Viernes de la Primera Semana de Cuaresma
2 de marzo, 2012
Esta
reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es
utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el
Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org
, registrada en el registro de propiedad literaria (c) 2012. Para
obtener permiso para re enviar este o imprimirlo o copiarlo, vaya a
Derechos de autor
© 2012 por Terry A. Modica
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