Es necesario dar el perdón para recibir el perdón, nos dice Jesús en el pasaje del Evangelio de hoy.
Necesitamos mirar honestamente a las áreas en las que falta el perdón y
que todavía nos estamos aferrando, para que podamos dejarlas y abrirnos
completamente a la misericordia de Dios.
¿Piensas que Dios no puede o que no perdonará un pecado en particular que has cometido?
¿Confiesas repetidas veces el mismo pecado en el Sacramento de
Reconciliación, aunque no hayas cometido de nuevo el pecado? Si ese es
el caso, Entonces tienes un rencor contigo mismo y te estás cerrando a la misericordia que Dios ya te está dando.
¿Te odias a ti mismo por tu maldad y tus fracasos? ¿Estás celoso de los que parecen más santos o mejores que tú? Entonces no estás siendo misericordioso contigo mismo, y la misericordia de Dios no te puede tocar, aunque la estés anhelando mucho.
¿Piensas que Dios no perdona los pecados que más te han lastimado? ¿Te quejas muy fácilmente de los demás? ¿Interviene tu enojo con mantener una vida alegre y santa? Entonces tienes rencor.
El coraje justo se enfoca en las injusticias del pecado y espera el
arrepentimiento del pecador; el coraje pecador se enfoca en la venganza y
la represalia y desea la desaparición del pecador.
El perdón no significa condenar un pecado, ni tampoco significa permitir que el pecado continué. Escoger perdonar (es una decisión, no un sentimiento)
es un descorchar espiritual de nuestros corazones para que la falta de
perdón no bloquee más el amor que Dios está tratando de derramar en
nosotros. O estamos atrancados con envidia y temor o estamos abiertos a
dar y recibir amor.
Dar amor a los que NO nos están dando amor, nos libera para recibir el amor perfecto de Dios, que es infinitamente más grande.
San Pedro Crisólogo dijo: "Si quieres recibir, da.
Si pides para ti lo que le niegas a los demás, tu petición es una
burla.... no será permitido mantener lo que le has negado a los demás".
Si queremos la misericordia de Dios después de que hemos pecado, entonces nosotros tenemos que dar misericordia. Si
nos negamos a dar la misericordia a los demás - si nos quejamos en vez
de acercarnos con amor, si buscamos la venganza en vez de ofrecer ayuda
-entonces no estamos abiertos a la misericordia de Dios.
Dios
nunca nos niega su amor; él se preocupa todo el tiempo, ¡no importa
qué! Pero para nosotros recibir la misericordia, tenemos que ser una
botella con un hoyo en ambos lados - la misericordia de Dios fluye fuera
de nosotros a los demás, y al mismo tiempo, más misericordia llega a
nosotros.
Juan Pablo II el Grande ofreció esta oración para ti durante su papado: "Que
los seguidores de Cristo... abunden en obras de misericordia; que sean
compasivos hacia todos, que ellos mismos puedan obtener paciencia y
perdón de Ti" ("La Misericordia de Dios").
Reflexión de Las Buenas Nuevas
Martes de la Tercera Semana de Cuaresma
13 de marzo, 2012
Esta
reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es
utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el
Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org
, registrada en el registro de propiedad literaria (c) 2012. Para
obtener permiso para re enviar este o imprimirlo o copiarlo, vaya a Derechos de autor
© 2012 por Terry A. Modica
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