San Pedro de San José de Betancourt
Conocido cariñosamente como "hermano Pedro"1626-1667
25 de abril
Nacido en Tenerife, Islas Canarias (España)
Terciario franciscano, vivió en la ciudad de la Antigua Guatemala, Centro América. Primer santo guatemalteco y tinerfeño.
Entregó
su vida al Señor en servicio a los pobres y enfermos. Se destacó por su
caridad, humildad, penitencia, amor a la Eucaristía y a la Santísima
Virgen, a los pobres, enfermos y a las almas del purgatorio.
Murió el 25 de abril, 1667.
Sus restos descansan en la Iglesia de San Francisco el Grande, Antigua Guatemala.
Beatificado por S.S. Juan Pablo II el 22 de junio de 1980 en la Basílica de San Pedro, Roma.
Canonizado durante la tercera visita del S.S. Juan Pablo II a Guatemala (viaje pastoral # 97), 30 de julio del 2002
Exhortaciones del Santo Hermano Pedro
"Para
agradar a Dios pocos discursos y muchos afectos es lo más acertado.
Desconfiar de sí y confiar en Dios. Aprende a morir, llora lo pasado,
desprecia los presente, provee lo porvenir"
"No
está la mortificación en lo exterior, sino en obras con sana intención.
Miren, Hermanos míos, que es menester cuidar mucho de la intención con
que hacemos algunos ejercicios de caridad. Porque puede ir mucho malo en
lo que a todos parece bueno. Pero andando, como digo, con buena
intención nada se puede errar"
"Hermanos,
si queremos llegar a la perfección hemos de romper con todo, cortando,
aunque más nos duela, y vivir con cuidado de no enredarse, y cortar y
más cortar apetitos, y esto se consigue mejor avisándonos los unos a los
otros, corrigiendo, aconsejando y ayudándonos."
Bibliografía: "Beato Hermano Pedro de San José de Betancourt", P. Manuel Lobo S.J.
Juramento de Fidelidad a la Inmaculada Concepción.
Doscientos años antes de ser proclamado el dogma de la Inmaculada Concepción,
el Hermano Pedro ya le había jurado fidelidad hasta la muerte; este juramento
lo sellaba, cada año, firmándolo con su sangre:
Juramento a la Inmaculada.
"Juro por esta Cruz y por los Santos Evangelios defender que Nuestra Señora,
la Virgen María, fue concebida sin mancha de pecado original; y perder la
vida, si fuera necesario por defender su Concepción Santísima.
Y por ser verdad todo lo dicho, lo firmé con mi propia sangre. Jesús.
Yo Pedro de Betancur, el pecador. Martes 8 de diciembre de 1654.
Yo, Pedro de Betancur, lo digo.
Cada año me afirmo en lo dicho: y digo que perderé mil vidas por defender la
Concepción Inmaculada de María, mi Madre y Señora, y cada año por su día lo
firmaré con mi propia sangre."
El Padre Nuestro del Hermano Pedro:
Padre Nuestro que estas en los cielos:
librame de todos los duelos
Santificado sea tu nombre
que Dios me haga en todo un buen hombre.
Venga a nosotros tu reino:
líbrame Señor de las penas del infierno
Hágase Señor tu voluntad:
te sirva yo con toda verdad.
Danos el pan de cada día:
que sirvamos a todos con alegría.
Y perdónanos nuestras deudas,
como nosotros perdonamos a nuestros deudores:
a todos perdono por el Dios de mis amores.
No nos dejes caer en tentación;
líbranos Señor de todo mal:
ayúdanos mi Dios, para a todos servir
y a ninguno mandar,
y en la vida nunca más pecar.
Oración
Pidiendo cumplir la voluntad de Dios.
Concédeme, buen Señor,
fe, esperanza y caridad,
y como eres tan poderoso,
dame una profunda humildad;
pero, antes de todo eso,
concédeme que cumpla en todo
tu Santa Voluntad.
—Pedro de San José de Betancur
Homilía del Santo Padre Juan Pablo II en la canonización del hermano Pedro
El hermano Pedro, "hombre que fue caridad", practicó la misericordia con espíritu humilde y vida austera
1.
"Venid vosotros, benditos de mi Padre (...). Os aseguro que cada vez
que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo
hicisteis" (Mt 25, 34. 40). ¿Cómo no pensar que estas palabras de Jesús,
con las que se concluirá la historia de la humanidad, puedan aplicarse
también al hermano Pedro, que con tanta generosidad se dedicó al
servicio de los más pobres y abandonados?
Al inscribir hoy en el
catálogo de los santos al hermano Pedro de San José de Betancur, lo
hago convencido de la actualidad de su mensaje. El nuevo santo, con el
único equipaje de su fe y su confianza en Dios, surcó el Atlántico para
atender a los pobres e indígenas de América: primero en Cuba, después en
Honduras y, finalmente, en esta bendita tierra de Guatemala, su "tierra
prometida".
2. Agradezco cordialmente las amables palabras que
me ha dirigido mons. Rodolfo Quezada, arzobispo de Guatemala,
presentándome a estas queridas comunidades eclesiales. Saludo a los
señores cardenales, a los obispos guatemaltecos, al obispo de Tenerife y
a los venidos de otras partes del continente americano.
También
saludo con gran estima a los sacerdotes y a los consagrados y
consagradas, así como a las religiosas de clausura. Un saludo especial y
afectuoso también a los Hermanos de la Orden de Belén y a las Hermanas
Bethlemitas, fruto de la inspiración de la madre Encarnación Rosal,
primera beata guatemalteca y reformadora del Beaterio donde fraguó la
fundación para recuperar los valores fundamentales de los seguidores del
hermano Pedro.
Agradezco particularmente la presencia en esta
celebración de los presidentes de las Repúblicas de Guatemala, El
Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, República Dominicana,
del primer ministro de Belice y demás autoridades civiles. Aprecio
también la participación en este acto de la Misión venida de España para
esta feliz ocasión.
Deseo asimismo expresar mi aprecio y
cercanía a los numerosos indígenas. El Papa no os olvida y, admirando
los valores de vuestras culturas, os alienta a superar con esperanza las
situaciones, a veces difíciles, que atravesáis. ¡Construid con
responsabilidad el futuro, trabajad por el armónico progreso de vuestros
pueblos! Merecéis todo respeto y tenéis derecho a realizaros plenamente
en la justicia, el desarrollo integral y la paz.
3. "Que su
Espíritu los fortalezca interiormente y que Cristo habite en sus
corazones. Así, arraigados y cimentados en el amor, podrán comprender
(...) la profundidad del amor de Cristo" (Ef 3, 16-19). Estas palabras
de san Pablo que hemos escuchado hoy, manifiestan cómo el encuentro
interior con Cristo transforma al ser humano, llenándole de misericordia
para con el prójimo.
El hermano Pedro fue hombre de profunda
oración, ya en su tierra natal, Tenerife, y después en todas las etapas
de su vida, hasta llegar aquí, donde, especialmente en la ermita del
Calvario, buscaba asiduamente la voluntad de Dios en cada momento.
Por
eso es un ejemplo eximio para los cristianos de hoy, a quienes recuerda
que, para ser santo, "es necesario un cristianismo que se distinga ante
todo en el arte de la oración" (Novo millennio ineunte, 32). Por tanto,
renuevo mi exhortación a todas las comunidades cristianas, de Guatemala
y de otros países, a ser auténticas escuelas de oración, donde orar sea
parte central de toda actividad. Una intensa vida de piedad produce
siempre frutos abundantes.
El hermano Pedro forjó así su
espiritualidad, particularmente en la contemplación de los misterios de
Belén y de la cruz. Si en el nacimiento e infancia de Jesús ahondó en el
acontecimiento fundamental de la Encarnación del Verbo, que le lleva a
descubrir casi con naturalidad el rostro de Dios en el hombre, en la
meditación sobre la cruz encontró la fuerza para practicar heroicamente
la misericordia con los más pequeños y necesitados.
4. Hoy somos
testigos de la profunda verdad de las palabras del Salmo que antes
hemos recitado: el justo "no temerá. Distribuyó, dio a los pobres; su
justicia permanece por los siglos de los siglos" (Sal 111, 8-9). La
justicia que perdura es la que se practica con humildad, compartiendo
cordialmente la suerte de los hermanos, sembrando por doquier el
espíritu de perdón y misericordia.
Pedro
de Betancur se distinguió precisamente por practicar la misericordia
con espíritu humilde y vida austera. Sentía en su corazón de servidor la
amonestación del apóstol Pablo: "Todo cuanto hagáis, hacedlo de
corazón, como para el Señor y no para los hombres" (Col 3, 23). Por eso
fue verdaderamente hermano de todo el que vive en el infortunio y se
entregó con ternura e inmenso amor a su salvación. Así se pone de
manifiesto en los acontecimientos de su vida, como su dedicación a los
enfermos en el pequeño hospital de Nuestra Señora de Belén, cuna de la
Orden Bethlemita.
El
nuevo santo es también hoy un apremiante llamado a practicar la
misericordia en la sociedad actual, sobre todo cuando son tantos los que
esperan una mano tendida que los socorra. Pensemos en los niños y
jóvenes sin hogar o sin educación; en las mujeres abandonadas con muchas
necesidades que remediar; en la multitud de marginados en las ciudades;
en las víctimas de organizaciones del crimen organizado, de la
prostitución o la droga; en los enfermos desatendidos o en los ancianos
que viven en soledad.
5. El hermano Pedro "es una herencia que
no se debe perder y que se ha de transmitir por un perenne deber de
gratitud y un renovado propósito de imitación" (Novo millennio ineunte,
7). Esta herencia ha de suscitar en los cristianos y en todos los
ciudadanos el deseo de transformar la comunidad humana en una gran
familia, donde las relaciones sociales, políticas y económicas sean
dignas del hombre, y se promueva la dignidad de la persona con el
reconocimiento efectivo de sus derechos inalienables.
Quisiera
concluir recordando cómo la devoción a la Santísima Virgen acompañó
siempre la vida de piedad y misericordia del hermano Pedro. Que ella nos
guíe también a nosotros para que, iluminados por los ejemplos del
"hombre que fue caridad", como se conoce a Pedro de Betancur, podamos
llegar hasta su hijo Jesús. Amén.
¡Alabado sea Jesucristo!
EL Papa añadió. Antes
de dejar este estupendo lugar, el lugar de la canonización del, deseo
deciros que me habéis conmovido una vez más. Gracias, muchas gracias,
Guatemala. Con esta fe, esta cordialidad, estas calles tan
maravillosamente decoradas. Gracias porque sé que detrás de cada flor
hay un corazón. Sed fieles a Dios, a la Iglesia, a vuestra tradición
católica, iluminados por el ejemplo del santo hermano Pedro. Guatemala
siempre fiel, bajo la protección del Santo Cristo de Esquipulas.
Guatemala, te llevo en mi corazón.
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