Creer en Jesús
Parte IIIPor José Miguel Arráiz
“De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.” Juan 6,47
En el estudio anterior meditábamos estas palabras que para creer en Jesús debemos estudiar su enseñanza, practicarla y ser testimonio de vida cristiana, ya que al abrazar la fe pasamos a ser sal de la tierra y luz del mundo. Nuestra fe debe dar fruto verdadero pero para eso debemos vivir en el amor.
El amor
“En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.»” Juan 13,15
Creer en Jesús es cumplir sus mandamientos, y el mandamiento nuevo que nos ha dejado es:
“Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos.” Juan 15,12-13
El Padre Carlos Carreto cuenta en su libro “Cartas del desierto” una anécdota de un viaje que realizó al desierto para apartarse del mundo y orar. En el camino vio un mendigo que tiritaba de frío. El llevaba dos mantas ya que sabía que en el desierto el frío en la noche es inmenso (a pesar de que en el día hace mucho calor). Entonces sintió la obligación de darle una de las mantas al mendigo, pero fue distrayéndose de la idea porque sabía que una no iba a ser suficiente para él librarse del frío. Luego cuando manejaba vio que todavía estaban las dos mantas en su automóvil, pues no se animó a darle una.
Cuando acampó no tuvo el corazón de utilizar las dos mantas por remordimiento y dejó una a su lado. Luego al dormirse tuvo el sueño de que una peña gigante cayó sobre el y lo aplastó y solo dejó fuera su cabeza y su brazo derecho cerca de donde había dejado la manta, luego vio al mendigo tiritando de frío, trató de mover su brazo para alcanzar la manta y dársela pero la piedra se lo impedía, porque lo tenía completamente aprisionado. Allí se dio cuenta que ya era tarde, y comprendió una gran lección: Muchas veces se nos presentan oportunidades de ayudar a nuestros hermanos y hacer el bien, pero, si las dejamos pasar, para luego puede ser ya tarde, y por más que queramos arreglarlo, no podremos. Reflexionó que quizá así sería el purgatorio, ver todo el bien que pudimos haber hecho y no lo hicimos, el mal que pudimos dejar se hacer y seguimos haciendo…
Se dio cuenta también de la exigencia del nuevo mandamiento. Antes (según el antiguo testamento) tenía que amar a su prójimo como así mismo y darle una manta, pero ahora tenía que ser capaz de dar la vida por el (¡darle las dos!).
Porque así nos ha amado Jesús, hasta el punto de dar la vida por nosotros, así nos pide que amemos a nuestros hermanos: hasta el punto de dar la vida por ellos. Quizá no dando toda nuestra sangre ahora mismo como él lo hizo, pero si gota a gota, día a día, paso a paso, manta a manta…
La verdad es ésta hermanos, si no vivimos en el amor, no podemos ser verdaderos discípulos de Cristo:
“En esto hemos conocido lo que es amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos. Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad” 1 Juan 3,16-18
“Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad. En esto conoceremos que somos de la verdad, y tranquilizaremos nuestra conciencia ante Él,” 1 Juan 3,20
Aquellos que cumplen verdaderamente su mandamiento, los que creen en El, viven como Él: En el amor:
“Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros tal como nos lo mandó.” 1 Juan 3,23
No dejemos que nos suceda como el rico que tenía a Lázaro la puerta de su casa, y nunca le vio. Ser cristiano implica ser sensible a las necesidades y problemas de nuestros hermanos, y estar siempre allí. Y así cuando estemos en presencia del Señor, nos llame por nuestro nombre y nos diga:
“Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme." Entonces los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?" Y el Rey les dirá: "En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.” Mateo 25,34-40
Porque todo aquel que cree en Jesús vive en el amor, porque Dios ES AMOR….
FUENTE: APOLOGETICACATOLICA.ORG
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