|
Via Lucis |
Hay una devoción popular con tradición desde la edad media,
que es el Via Crucis (el camino de la cruz).
En él se recorren los momentos más sobresalientes de la
Pasión y Muerte de Cristo: desde la oración en el
huerto hasta la sepultura de su cuerpo (cf. "Via Crucis
según los relatos evangélicos"). Pero ésta es la primera parte
de una historia que no acaba en un sepulcro, ni
siquiera en la mañana de la Resurrección, sino que se
extiende hasta la efusión del Espíritu Santo y su actuación
maravillosa.
Desde el Domingo de Pascua hasta el de Pentecostés hubo
cincuenta días llenos de acontecimientos, inolvidables y trascendentales, que los
cercanos a Jesús vivieron intensamente, con una gratitud y un
gozo inimaginables.
De igual forma que las etapas de Jesús camino
del Calvario se han convertido en oración, queremos seguir también
a Jesús en su camino de gloria. Éste es el
sentido último de esta propuesta una invitación a meditar la
etapa final del paso de Jesús por la tierra.
El Via
Lucis, "camino de la luz" es una devoción reciente que
puede complementar la del Via Crucis. En ella se recorren
catorce estaciones con Cristo triunfante desde la Resurrección a Pentecostés,
siguiendo los relatos evangélicos. Incluímos también la venida del Espíritu
Santo porque, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica:
"El día de Pentecostés, al término de las siete semanas
pascuales, la Pascua de Cristo se consuma con la efusión
del Espíritu Santo que se manifiesta, da y comunica como
Persona divina" (n.731).
La devoción del Via Lucis se recomienda en
el Tiempo Pascual y todos los domingos del año que
están muy estrechamente vinculados a Cristo resucitado.
Cómo rezar el
Via Lucis
Para rezar el Via Lucis, en que compartimos con
Jesús la alegría de su Resurrección, proponemos un esquema similar
al que utilizamos para rezar el Via Crucis:
Enunciado de la
estación;
Presentación o monición que encuadra la escena;
Texto evangélico
correspondiente, con la cita de los lugares paralelos (en las
dos últimas estaciones hemos tomado el texto de los Hechos
de los Apóstoles);
Oración que pretende tener un tono de
súplica
Si se desea, después del enunciado de cada una
de las estaciones, se puede decir:
V/ Verdaderamente ha resucitado el
Señor. Aleluya. R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya. V/ Gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. R/
Como era en el principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos. Amén.
Nuestra disposición inicial
Los acontecimientos
del Via Crucis concluyen en un sepulcro, y dejan quizá
en nuestro interior una imagen de fracaso. Pero ése no
es el final. Jesús con su Resurrección triunfa sobre el
pecado y sobre la muerte.
Y, resucitado, dedicará nada menos que
cuarenta días en devolver la fe y la esperanza a
los suyos. Después los dejará diez días de reflexión -
a modo de jornadas de retiro y oración - en
torno a María para que reciban la fuerza del Espíritu
que les capacite para cumplir la misión que El les
ha confiado.
En los encuentros de Jesús con los suyos, llenos
de intimidad y de esperanza, el Señor parece jugar con
ellos: aparece de improviso, donde y como menos se esperan,
les llena de alegría y fe, y desaparece dejándoles de
nuevo esperando. Pero después de su presencia viene la confianza
firme, la paz que ya nadie podrá arrebatarles. Todo se
ilumina de una luz nueva.
El Via Lucis es el camino
de la luz, del gozo y la alegría vividos con
Cristo y gracias a Cristo resucitado. Vamos a vivir con
los discípulos su alegría desbordante que sabe contagiar a todos.
Vamos a dejarnos iluminar con la presencia y acción de
Cristo resucitado que vive ya para siempre entre nosotros. Vamos
a dejarnos llenar por el Espíritu Santo que vivifica el
alma.
Oración Preparatoria
Señor Jesús, con tu Resurrección triunfaste sobre la
muerte y vives para siempre comunicándonos la vida, la alegría,
la esperanza firme.
Tú que fortaleciste la fe de los
apóstoles, de las mujeres y de tus discípulos enseñándolos a amar
con obras, fortalece también nuestro espíritu vacilante,para que nos entreguemos
de lleno a Ti.
Queremos compartir contigo y con tu Madre
Santísima la alegría de tu Resurrección gloriosa.
Tú que nos
has abierto el camino hacia el Padre, haz que, iluminados
por el Espíritu Santo, gocemos un día de la gloria
eterna.
PRIMERA ESTACIÓN. ¡CRISTO VIVE!: ¡HA RESUCITADO!
En la ciudad santa, Jerusalén,
la noche va dejando paso al Primer Día de la
semana. Es un amanecer glorioso, de alegría desbordante, porque Cristo
ha vencido definitivamente a la muerte. ¡Cristo vive! ¡Aleluya!
Del Evangelio
según San Mateo 28, 1-7. (cf. Mc 16, 1-8; Lc,
24, 1-9; Jn 20, 1-2).
Comentario
En los sepulcros suele poner "aquí
yace", en cambio en el de Jesús el epitafio no
estaba escrito sino que lo dijeron los ángeles: "¿Por qué
buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí,
sino que ha resucitado" (Lc 24, 5-6).
Cuando todo parece que
está acabado, cuando la muerte parece haber dicho la última
palabra, hay que proclamar llenos de gozo que Cristo vive,
porque ha resucitado. Esa es la gran noticia, la gran
verdad que da consistencia a nuestra fe, que llena de
una alegría desbordante nuestra vida, y que se entrega a
todos: "hasta a los muertos ha sido anunciada la Buena
Noticia" (1 Pe 4, 6), porque Jesús abrió las puertas
del cielo a los justos que murieron antes que Él.
Cristo,
que ha querido redimirnos dejándose clavar en un madero, entregándose
plenamente por amor, ha vencido a la muerte. Su muerte
redentora nos ha liberado del pecado, y ahora su resurrección
gloriosa nos ha abierto el camino hacia el Padre.
Oración
Señor Jesús,
hemos querido seguirte en los momentos difíciles de tu Pasión
y Muerte, sin avergonzarnos de tu cruz redentora. Ahora queremos
vivir contigo la verdadera alegría, la alegría que brota de
un corazón enamorado y entregado, la alegría de la resurrección.
Pero enséñanos a no huir de la cruz, porque antes
del triunfo suele estar la tribulación. Y sólo tomando tu
cruz podremos llenarnos de ese gozo que nunca acaba.
SEGUNDA ESTACIÓN. EL
ENCUENTRO CON MARÍA MAGDALENA.
María Magdalena, va al frente de las
mujeres que se dirigen al sepulcro para terminar de embalsamar
el cuerpo de Jesús. Llora su ausencia porque ama, pero
Jesús no se deja ganar en generosidad y sale a
su encuentro.
Del Evangelio según San Juan 20, 10-18 (cf. Mc
16, 9-11; Mt 28, 9-10).
Comentario
La Magdalena ama a Jesús, con
un amor limpio y grande. Su amor está hecho de
fortaleza y eficacia, como el de tantas mujeres que saben
hacer de él entrega. María ha buscado al Maestro y
la respuesta no se ha hecho esperar: el Señor reconoce
su cariño sin fisuras, y pronuncia su nombre. Cristo nos
llama por nuestros nombres, personalmente, porque nos ama a cada
uno. Y a veces se oculta bajo la apariencia del
hortelano, o de tantos hombres o mujeres que pasan, sin
que nos demos cuenta, a nuestro lado.
María Magdalena, una mujer,
se va a convertir en la primera mensajera de la
Resurrección: recibe el dulce encargo de anunciar a los apóstoles
que Cristo ha resucitado.
Oración
Virgen María, Madre de Dios y Madre
nuestra, la tradición cristiana nos dice que la primera visita
de tu Hijo resucitado fue a ti, no para fortalecer
tu fe, que en ningún momento había decaído, sino para
compartir contigo la alegría del triunfo. Nosotros te queremos pedir
que, como María Magdalena, seamos testigos y mensajeros de la
Resurrección de Jesucristo, viviendo contigo el gozo de no separarnos
nunca del Señor.
TERCERA ESTACIÓN. JESÚS SE APARECE A LAS MUJERES
Las mujeres
se ven desbordadas por los hechos: el sepulcro está vacío
y un ángel les anuncia que Cristo vive. Y les
hace un encargo: anunciadlo a los apóstoles. Pero la mayor
alegría es ver a Jesús, que sale a su encuentro.
Del
Evangelio según San Mateo 28, 8-10.
Comentario
Las mujeres son las primeras
en reaccionar ante la muerte de Jesús. Y obran con
diligencia: su cariño es tan auténtico que no repara en
respetos humanos, en el qué dirán. Cuando embalsamaron el cuerpo
de Jesús lo tuvieron que hacer tan rápidamente que no
pudieron terminar ese piadoso servicio al Maestro. Por eso, como
han aprendido a querer, a hacer las cosas hasta el
final, van a acabar su trabajo. Son valientes y generosas,
porque aman con obras. Han echado fuera el sueño y
la pereza y, antes de despuntar el día, ya se
encaminan hacia el sepulcro. Hay dificultades objetivas: los soldados, la
pesada piedra que cubre la estancia donde está colocado el
Señor. Pero ellas no se asustan porque saben poner todo
en manos de Dios.
Oración
Señor Jesús, danos la valentía de aquellas
mujeres, su fortaleza interior para hacer frente a cualquier obstáculo.
Que, a pesar de las dificultades, interiores o exteriores, sepamos
confiar y no nos dejemos vencer por la tristeza o
el desaliento, que nuestro único móvil sea el amor, el
ponernos a tu servicio porque, como aquellas mujeres, y las
buenas mujeres de todos los tiempos, queremos estar, desde el
silencio, al servicio de los demás.
CUARTA ESTACIÓN. LOS SOLDADOS CUSTODIAN EL
SEPULCRO DE CRISTO
Para ratificar la resurrección de Cristo, Dios permitió
que hubiera unos testigos especiales: los soldados puestos por los
príncipes de los sacerdotes, precisamente para evitar que hubiera un
engaño.
Del Evangelio según San Mateo 28, 11-15.
Comentario
Los enemigos de Cristo
quisieron cerciorarse de que su cuerpo no pudiera ser robado
por sus discípulos y, para ello, aseguraron el sepulcro, sellando
la piedra y montando la guardia. Y son precisamente ellos
quienes contaron lo ocurrido. Qué acertado es el comentario de
un Padre de la Iglesia cuando dice a los soldados:
"Si dormíais ¿por qué sabéis que lo han robado?, y
si los habéis visto, ¿por qué no se lo habéis
impedido?". Pero no hay peor ciego que el que no
quiere ver.
En lugar de creer, los sumos sacerdotes y los
ancianos quieren ocultar el acontecimiento de la Resurrección y, con
dinero, compran a los soldados, porque la verdad no les
interesa cuando es contraria a lo que ellos piensan.
Oración
Señor Jesús,
danos la limpieza de corazón y la claridad de mente
para reconocer la verdad. Que nunca negociemos con la ella
para ocultar nuestras flaquezas, nuestra falta de entrega, que nunca
sirvamos a la mentira, para sacar adelante nuestros intereses. Que
te reconozcamos, Señor, como la Verdad de nuestra vida.
QUINTA ESTACIÓN. PEDRO
Y JUAN CONTEMPLAN EL SEPULCRO VACÍO Los apóstoles han recibido
con desconfianza la noticia que les han dado las mujeres.
Están confusos, pero el amor puede más. Por eso Pedro
y Juan se acercan al sepulcro con la rapidez de
su esperanza.
Del Evangelio según San Juan 20, 3-10 (cf. Lc
24, 12).
Comentario
Pedro y Juan son los primeros apóstoles en ir
al sepulcro. Han llegado corriendo, con el alma esperanzada y
el corazón latiendo fuerte. Y comprueban que todo es como
les han dicho las mujeres. Hasta los más pequeños detalles
de cómo estaba el sudario quedan grabados en su interior,
y reflejados en la Escritura. Cristo ha vencido a la
muerte, y no es una vana ilusión: es un hecho
de la historia, que va a cambiar la historia. Después
de este hecho, el Señor saldría al encuentro de Pedro,
como expresión de la delicadeza de su amor; y así,
el que llegaría a ser Cabeza de los Apóstoles, y
tendría que confirmarlos en la fe, recibió una visita personal
de Jesús. Así nos lo cuenta Pablo y Lucas: "[Cristo]
se apareció a Cefas y luego a los Doce" (1
Cor 15, 5; cf. Lc 24, 34).
Oración
Señor Jesús, también nosotros
como Pedro y Juan, necesitamos encaminarnos hacia Ti, sin dejarlo
para después. Por eso te pedimos ese impulso interior para
responder con prontitud a lo que puedas querer de nosotros.
Que sepamos escuchar a los que nos hablan en tu
nombre para que corramos con esperanza a buscarte.
SEXTA ESTACIÓN. JESÚS EN
EL CENÁCULO MUESTRA SUS LLAGAS A LOS APÓSTOLES Los discípulos
están en el Cenáculo, el lugar donde fue la Última
Cena. Temerosos y desesperanzados, comentan los sucesos ocurridos. Es entonces
cuando Jesús se presenta en medio de ellos, y el
miedo da paso a la paz.
Del Evangelio según San Lucas
24, 36-43 (cf. Mc 16, 14-18; Jn, 20, 19-23).
Comentario
Cristo resucitado
es el mismo Jesús que nació en Belén y trabajó
durante años en Nazaret, el mismo que recorrió los caminos
de Palestina predicando y haciendo milagros, el mismo que lavó
los pies a sus discípulos y se entregó a sus
enemigos para morir en la Cruz. Jesucristo, el Señor que
es verdadero Dios y hombre verdadero. Pero los apóstoles apenas
pueden creerlo: están asustados, temerosos de correr su misma suerte.
Es entonces cuando se presenta en medio de ellos, y
les muestra sus llagas como trofeo, la señal de su
victoria sobre la muerte y el pecado. Con ellas nos
ha rescatado. Han sido el precio de nuestra redención. No
es un fantasma. Es verdaderamente el mismo Jesús que los
eligió como amigos, y ahora come con ellos. El Señor,
que se ha encarnado por nosotros, nos quiere mostrar, aún
más explícitamente, que la materia no es algo malo, sino
que ha sido transformada porque Jesús la ha asumido.
Oración
Señor Jesús,
danos la fe y la confianza para descubrirte en todo
momento, incluso cuando no te esperamos. Que seas para nosotros
no una figura lejana que existió en la historia, sino
que, vivo y presente entre nosotros, ilumines nuestro camino en
esta vida y, después, transformes nuestro cuerpo frágil en cuerpo
glorioso como el tuyo.
SÉPTIMA ESTACIÓN. EN EL CAMINO DE EMAÚS
Esa misma
tarde dos discípulos vuelven desilusionados a sus casas. Pero un
caminante les devuelve esperanza. Sus corazones vibran de gozo con
su compañía, sin embargo sólo se les abren los ojos
al verlo partir el pan.
Del Evangelio según San Lucas 24,
13-32
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día a
una aldea llamada Emaús (...). Mientras conversaban y discutían, Jesús
en persona se acercó y se puso a caminar con
ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo (...)
Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les
explicó lo que se refería a Él en toda la
Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, Él les
hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron diciendo:
"Quédate con nosotros porque atardece y el día va de
caída". Y entró para quedarse con ellos.
Sentado a la mesa
con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió
y se lo dio. A ellos se les abrieron los
ojos y lo reconocieron. Pero Él desapareció. Ellos comentaron: "¿No
ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y
nos explicaba las Escrituras?"
(cf. Mc 16, 12-13)
Comentario
Los de Emaús se
iban tristes y desesperanzados: como tantos hombres y mujeres que
ven con perplejidad cómo las cosas no salen según habían
previsto. No acaban de confiar en el Señor. Sin embargo
Cristo "se viste de caminante" para iluminar sus pasos decepcionados,
para recuperar su esperanza. Y mientras les explica las Escrituras,
su corazón, sin terminar de entender, se llena de luz,
"arde" de fe, alegría y amor. Hasta que, puestos a
la mesa, Jesús parte el pan y se les abren
la mente y el corazón. Y descubren que era el
Señor. Nosotros comprendemos con ellos que Jesús nos va acompañando
en nuestro camino diario para encaminarnos a la Eucaristía: para
escuchar su Palabra y compartir el Pan.
Oración
Señor Jesús, ¡cuántas veces
estamos de vuelta de todo y de todos! ¡tantas veces
estamos desengañados y tristes! Ayúdanos a descubrirte en el camino
de la vida, en la lectura de tu Palabra y
en la celebración de la Eucaristía, donde te ofreces a
nosotros como alimento cotidiano. Que siempre nos lleve a Ti,
Señor, un deseo ardiente de encontrarte también en los hermanos.
OCTAVA ESTACIÓN. JESÚS DA A LOS APÓSTOLES EL PODER DE PERDONAR
LOS PECADOS.
Jesús se presenta ante sus discípulos. Y el temor
de un primer momento da paso a la alegría. Va
a ser entonces cuando el Señor les dará el poder
de perdonar los pecados, de ofrecer a los hombres la
misericordia de Dios.
Del Evangelio según San Juan 20, 19-23 (cf.
Mc 16, 14; Lc 24, 36-45).
Comentario
Los apóstoles no han terminado
de entender lo que ha ocurrido en estos días, pero
eso no importa ahora, porque Cristo está otra vez junto
a ellos. Vuelven a vivir la intimidad del amor, la
cercanía del Maestro. Las puertas están cerradas por el miedo,
y Él les va a ayudar a abrir de par
en par su corazón para acoger a todo hombre. Durante
la Última Cena les dio el poder de renovar su
entrega por amor: el poder de celebrar el sacrificio de
la Eucaristía. En estos momentos, les hace partícipes de la
misericordia de Dios: el poder de perdonar los pecados. Los
apóstoles, y con ellos todos los sacerdotes, han acogido este
regalo precioso que Dios otorga al hombre: la capacidad de
volver a la amistad con Dios después de haberlo abandonado
por el pecado, la reconciliación.
Oración
Señor Jesús, que sepamos descubrir en
los sacerdotes otros Cristos, porque has hecho de ellos los
dispensadores de los misterios de Dios. Y, cuando nos alejemos
de Ti por el pecado, ayúdanos a sentir la alegría
profunda de tu misericordia en el sacramento de la Penitencia.
Porque la Penitencia limpia el alma, devolviéndonos tu amistad, nos
reconcilia con la Iglesia y nos ofrece la paz y
serenidad de conciencia para reemprender con fuerza el combate cristiano.
NOVENA
ESTACIÓN. JESÚS FORTALECE LA FE DE TOMÁS. Tomás no estaba con
los demás apóstoles en el primer encuentro con Jesús resucitado.
Ellos le han contado su experiencia gozosa, pero no se
ha dejado convencer. Por eso el Señor, ahora se dirige
a él para confirmar su fe.
Del Evangelio según San Juan
20, 26-29
Comentario
Tomás no se deja convencer por las palabras, por
el testimonio de los demás apóstoles, y busca los hechos:
ver y tocar. Jesús, que conoce tan íntimamente nuestro corazón,
busca recuperar esa confianza que parece perdida. La fe es
una gracia de Dios que nos lleva reconocerlo como Señor,
que mueve nuestro corazón hacia Él, que nos abre los
ojos del espíritu. La fe supera nuestras capacidades pero no
es irracional, ni algo que se imponga contra nuestra libertad:
es más bien una luz que ilumina nuestra existencia y
nos ayuda y fortalece para reconocer la verdad y aprender
a amarla. ¡Qué importante es estar pegados a Cristo, aunque
no lo sintamos cerca, aunque no lo toquemos, aunque no
lo veamos!
Oración
Señor Jesús, auméntanos la fe, la esperanza y el
amor. Danos una fe fuerte y firme, llena de confianza.
Te pedimos la humildad de creer sin ver, de esperar
contra toda esperanza y de amar sin medida, con un
corazón grande. Como dijiste al apóstol Tomás, queremos, aún sin
ver, rendir nuestro juicio y abrazarnos con firmeza a tu
palabra y al magisterio de la Iglesia que has instituido,
para que tu Pueblo permanezca en la verdad que libera.
DÉCIMA
ESTACIÓN. JESÚS RESUCITADO EN EL LAGO DE GALILEA
Los apóstoles han vuelto
a su trabajo: a la pesca. Durante toda la noche
se han esforzado, sin conseguir nada. Desde la orilla Jesús
les invita a empezar de nuevo. Y la obediencia les
otorga una muchedumbre de peces.
Del Evangelio según San Juan 21,
1-6a
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los
discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de
esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo,
Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros
dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: "Me voy a
pescar". Ellos contestan: "Vamos también nosotros contigo". Salieron y se
embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo,
cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos
no sabían que era Jesús. Jesús les dice: "Muchachos, ¿tenéis
pescado?". Ellos contestaron: "No". Él les dice: "Echad la rea
a la derecha de la barca y encontraréis". La echaron,
y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de
peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice
a Pedro: "Es el Señor".
Comentario
En los momentos de incertidumbre, los
apóstoles se unen en el trabajo con Pedro. La barca
de Pedro, el pescador de Galilea, es imagen de la
Iglesia, cuyos miembros, a lo largo de la historia están
llamados a poner por obra el mandato del Señor: "seréis
pescadores de hombres". Pero no vale únicamente el esfuerzo humano,
hay que contar con el Señor, fiándonos de su palabra,
y echar las redes. En las circunstancias difíciles, cuando parece
que humanamente se ha puesto todo por nuestra parte, es
el momento de la confianza en Dios, de la fidelidad
a la Iglesia, a su doctrina. El apostolado, la extensión
del Reino, es fruto de la gracia de Dios y
del esfuerzo y docilidad del hombre. Pero hay que saber
descubrir a Jesús en la orilla, con esa mirada que
afina el amor. Y Él nos premiará con frutos abundantes.
Oración
Señor
Jesús, haz que nos sintamos orgullosos de estar subidos en
la barca de Pedro, en la Iglesia. Que aprendamos a
amarla y respetarla como madre. Enséñanos, Señor, a apoyarnos no
sólo en nosotros mismos y en nuestra actividad, sino sobre
todo en Ti. Que nunca te perdamos de vista, y
sigamos siempre tus indicaciones, aunque nos parezcan difíciles o absurdas,
porque sólo así recogeremos frutos abundantes que serán tuyos, no
nuestros.
UNDÉCIMA ESTACIÓN. JESÚS CONFIRMA A PEDRO EN EL AMOR
Jesús ha cogido
aparte a Pedro porque quiere preguntarle por su amor. Quiere
ponerlo al frente de la naciente Iglesia. Pedro, pescador de
Galilea, va a convertirse en el Pastor de los que
siguen al Señor.
Del Evangelio según San Juan 21, 15-19.
Comentario
Pedro, el
impulsivo, el fogoso, queda a solas con el Señor. Y
se siente avergonzado porque le ha fallado cuando más lo
necesitaba. Pero Jesús no le reprocha su cobardía: el amor
es más grande que todas nuestras miserias. Le lleva por
el camino de renovar el amor, de recomenzar, porque nunca
hay nada perdido. Las tres preguntas de Jesús son la
mejor prueba de que Él sí es fiel a sus
promesas, de que nunca abandona a los suyos: siempre está
abierta, de par en par, la puerta de la esperanza
para quien sabe amar. La respuesta de Cristo, Buen Pastor,
es ponerle a él y a sus Sucesores al frente
de la naciente Iglesia, para pastorear al Pueblo de Dios
con la solicitud de un padre, de un maestro, de
un hermano, de un servidor. Así, Pedro, el primer Papa,
y luego sus sucesores son "el Siervo de los siervos
de Dios".
Oración
Señor Jesús, que sepamos reaccionar antes nuestros pecados, que
son traiciones a tu amistad, y volvamos a Ti respondiendo
al amor con amor. Ayúdanos a estar muy unidos al
sucesor de Pedro, al Santo Padre el Papa, con el
apoyo eficaz que da la obediencia, porque es garantía de
la unidad de la Iglesia y de la fidelidad al
Evangelio.
DUODÉCIMA ESTACIÓN. LA DESPEDIDA: JESÚS ENCARGA SU MISIÓN A LOS APÓSTOLES
Antes de dejar a sus discípulos el Señor les hace
el encargo apostólico: la tarea de extender el Reino de
Dios por todo el mundo, de hacer llegar a todos
los rincones la Buena Noticia.
Del Evangelio según San Mateo 28,
16-20. cf. Lc 24, 44-48.
Comentario
Los últimos días de Jesús en
la tierra junto a sus discípulos debieron quedar muy grabados
en sus mentes y en sus corazones. La intimidad de
la amistad se ha ido concretando con la cercanía del
resucitado, que les ha ayudado a saborear estos últimos instantes
con Él. Pero el Señor pone en su horizonte toda
la tarea que tienen por delante: "Id al mundo entero...".
Ese es su testamento: hay que ponerse en camino para
llevar a todos el mensaje que han visto y oído.
Están por delante las tres grandes tareas de todo apóstol,
de todo cristiano: predicar, hablar de Dios para que la
gente crea; bautizar, hacer que las personas lleguen a ser
hijos de Dios, que celebren los sacramentos; y vivir según
el Evangelio, para parecerse cada día más a Jesús, el
Maestro, el Señor.
Oración
Señor Jesús, que llenaste de esperanza a los
apóstoles con el dulce mandato de predicar la Buena Nueva,
dilata nuestro corazón para que crezca en nosotros el deseo
de llevar al mundo, a cada hombre, a todo hombre,
la alegría de tu Resurrección, para que así el mundo
crea, y creyendo sea transformado a tu imagen.
DÉCIMOTERCERA ESTACIÓN JESÚS ASCIENDE
AL CIELO
Cumplida su misión entre los hombres, Jesús asciende al
cielo. Ha salido del Padre, ahora vuelve al Padre y
está sentado a su derecha. Cristo glorioso está en el
cielo, y desde allí habrá de venir como Juez de
vivos y muertos.
De los Hechos de los Apóstoles 1, 9-11
(cf. Mc 16, 19-20; Lc 24, 50-53).
Comentario
Todos se han reunido
para la despedida del Maestro. Sienten el dolor de la
separación, pero el Señor les ha llenado de esperanza. Una
esperanza firme: "Yo estaré con vosotros todos los días hasta
el fin del mundo". Por eso los ángeles les sacan
de esos primeros instantes de desconcierto, de "mirar al cielo".
Es el momento de ponerse a trabajar, de emplearse a
fondo para llevar el mensaje de alegría, la Buena Noticia,
hasta los confines del mundo, porque contamos con la compañía
de Jesús, que no nos abandona. Y no podemos perder
un instante, porque el tiempo no es nuestro, sino de
Dios, para quemarlo en su servicio.
Jesucristo ha querido ir por
delante de nosotros, para que vivamos con la ardiente esperanza
de acompañarlo un día en su Reino. Y está sentado
a la derecha del Padre, hasta que vuelva al final
de los tiempos.
Oración
Señor Jesús, tu ascensión al cielo nos anuncia
la gloria futura que has destinado para los que te
aman. Haz, Señor, que la esperanza del cielo nos ayude
a trabajar sin descanso aquí en la tierra. Que no
permanezcamos nunca de brazos cruzados, sino que hagamos de nuestra
vida una siembra continua de paz y de alegría.
DÉCIMOCUARTA ESTACIÓN LA
VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO EN PENTECOSTÉS La promesa firme que
Jesús ha hecho a sus discípulos es la de enviarles
un Consolador. Cincuenta días después de la Resurrección, el Espíritu
Santo se derrama sobre la Iglesia naciente para fortalecerla, confirmarla,
santificarla.
De los Hechos de los Apóstoles 2, 1-4
Comentario
Jesús, el Hijo
de Dios, está ya en el cielo, pero ha prometido
a sus amigos que no quedarán solos. Y fiel a
la promesa, el Padre, por la oración de Jesús, envía
al Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad.
Muy pegados a la Virgen, Madre de la Iglesia, reciben
el Espíri tu Santo. Él es el que llena de
luz la mente y de fuego el corazón de los
discípulos para darles la fuerza y el impulso para predicar
el Reino de Dios. Queda inaugurado el "tiempo de la
Iglesia". A partir de este momento la Iglesia, que somos
todos los bautizados, está en peregrinación por este mundo. El
Espíritu Santo la guía a lo largo de la historia
de la humanidad, pero también a lo largo de la
propia historia personal de cada uno, hasta que un día
participemos del gozo junto a Dios en el cielo.
Oración
Dios Espíritu
Santo, Dulce Huésped del alma, Consolador y Santificador nuestro, inflama
nuestro corazón, llena de luz nuestra mente para que te
tratemos cada vez más y te conozcamos mejor. Derrama sobre
nosotros el fuego de tu amor para que, transformados por
tu fuerza, te pongamos en la entraña de nuestro ser
y de nuestro obrar, y todo lo hagamos bajo tu
impulso.
ORACIÓN FINAL
Señor y Dios nuestro, fuente de alegría y
de esperanza, hemos vivido con tu Hijo los acontecimientos de
su Resurrección y Ascensión hasta la venida del Espíritu Santo;
haz que la contemplación de estos misterios nos llene de
tu gracia y nos capacite para dar testimonio de Jesucristo
en medio del mundo.
Te pedimos por tu Santa Iglesia: que
sea fiel reflejo de las huellas de Cristo en la
historia y que, llena del Espíritu Santo, manifieste al mundo
los tesoros de tu amor, santifique a tus fieles con
los sacramentos y haga partícipes a todos los hombres de
la resurrección eterna. Por Jesucristo nuestro Señor
Autor: Manuel Martín, Alfonso Sánchez-Rey,J.Javier Romera
| Fuente: archimadrid.com
|
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario